Los placeres y los días / Un ejemplo irrepetible

AutorAndrés de Luna

Su sentido estratégico lo convirtió en un destacado integrante de las altas esferas nacionales. Se cuenta que sus primeros pasos dentro del conflicto armado de 1910 los dio por lugares de Michoacán. Emiliano Zapata se había revelado. Uno de los suyos, el general García Aragón había tenido un disgusto con el lugarteniente, por lo que se fue de Morelos, y por su propia convicción persiguió a las fuerzas de Victoriano Huerta. Las noticias corrieron y se supo que el sublevado iba rumbo a Jiquilpan, al rancho de los Del Río, que eran los tíos de Lázaro Cárdenas, quien pese a su juventud estaba listo para combatir a los usurpadores. De esta manera, quiso llegar cuanto antes a la casa de sus parientes y, por ello, tuvieron que sortear varias acciones sorpresivas. Una de ellas fue la de un tipo que confundió a los jóvenes y con ellos tuvo una balacera que acabaría con la vida de uno de los amigos de Cárdenas. A él la pistola le dejó de servir por una falla técnica. Desafortunado, por este hecho bélico, el muchacho mantuvo sus convicciones y con estas ideas llegó hasta el general García Aragón. Por desgracia esta entrada a la lucha armada fue una tragedia, ya que las fuerzas del militar al que se unió Cárdenas perdieron en la batalla de Purépero. Lo que quedó a la vista fue su magnífica calidad como hombre leal.

Él estuvo, de alguna manera, en mancuerna con Plutarco Elías Calles. Pero Cárdenas fue un hombre que con su espíritu cívico abierto convirtió su gobierno en un ejemplo de trabajo popular. Sus lejanos tiempos, de 1934 a 1940, abrieron otros confines de la revuelta de 1910. De esta forma, el cardenismo fue una realidad que, con errores -que de esos nunca se salvan los mandatarios- puso en marcha una campaña para...

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