Al Tiro/ Placazos

AutorPaco Navarrete

No hay peores pesadillas que las recurrentes. Esas que nos sorprenden en lo profundo del sueño y rebotan en nuestro cerebro como pelotas de frontenis hasta despertarnos. Jadeamos, secamos con la mano un hilo de baba, damos un trago al vaso de agua e intentamos volver a dormirnos. Al fin y al cabo, es martes y la posibilidad de llegar a media semana desvelados es más aterradora que cualquier pesadilla. Eso creemos: no bien logramos conciliar el sueño cuando aparece de nuevo: obsesiva, circular, la misma escena sin resolución alguna. Mejor quedarse despierto, total, ya habrá tiempo para dormir en la oficina.

También hay pesadillas que nos suceden en plena vigilia -es decir, mientras estamos despiertos, no durante la cuaresma-. Esas que nos son impuestas por desquehacerados que, no contentos con cargarnos la mano, disfrutan haciendo nuestra carga aun más onerosa. Como los impuestos, ahora en versión mensual: corregida, aumentada y más incómoda que una almorrana.

Por último, que en realidad es el tema que nos ocupa, las pequeñas pero no menos molestas pesadillas que sufrimos quienes vivimos en este vasto y basto valle de birotes: las pesadillas "muy de aquí". Ahí están, de nuevo, las placas de Paco -que no es lo mismo que "las pacas de Placo": este es un narcocorrido de éxito-. Vamos, que aún da cuerda el borlote armado por tan espantoso muestrario de errores gráficos.

Desde el principio, las placas resultaron una patada en la espinilla de los jalisquillos: son ilegibles, repletas de datos inútiles y sobre todo incurren en el peor de los pecados para los tapatíos bien nacidos: se ven bien payas. Cheras, se decía antes. Furris, dicen los cremosos. Yoris, dicen en el norte. Nacas, en el DF. Bien gachas, pues.

Y duelen por una razón...

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