Pierde la ópera a promotor entusiasta

AutorFrancisco Morales V. y con información de Israel Sánchez

El amor de Eduardo Lizalde por la ópera era tan grande, tan intenso, que en una ocasión su pasión por el género lo obligó a rendirle honor a su sobrenombre, "El Tigre", de una manera insospechada.

Según recuerda el crítico e investigador musical Manuel Yrízar, fue en 1952, cuando la diva Maria Callas pisó el escenario del Palacio de Bellas Artes, que el poeta, fallecido ayer a los 92 años, tuvo que echar mano de sus habilidades físicas -ciertamente felinas- para escapar del recinto tras presenciar un ensayo de la cantante sin ningún permiso.

"Se coló, se pudo meter y se metió a un palco.

"Después, cuando terminó el ensayo, se quedó (escondido) en el palco y luego no podía salir porque ya todos se habían ido. Entonces se salió del palco como un 'tigre', verdaderamente; sepa Dios cómo, (pero) desde ahí, agarrándose, y no sé de qué forma, lo hizo, hasta que llegó a la sala desde el piso alto", evoca Yrízar en entrevista.

Esto se explica, dice quien fuera su amigo y colaborador en cientos de programas de televisión, porque Lizalde, uno de los grandes sabios mexicanos del género musical y su incansable promotor, era un auténtico "operópata".

"Los que están enfermos de ópera tienen 'operopatía', y a Eduardo Lizalde la única frustración que yo le conocí fue que él no fue cantante de ópera. Él decía: 'Yo hubiera querido debutar cantando ópera con mi gran voz de bajo barítono', que tenía una voz portentosa, además", recuerda Yrízar.

"Y yo le dije: '¡Pero eres un gran poeta, Eduardo! ¡Eres uno de nuestros más grandes poetas!'... Pero Lizalde me contestó, con ese humor...

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