Pierde en México identidad (I)

AutorSilvia Garduño

El verano pasado, Ajani Waleed Peppers, un estadounidense afroamericano de 32 años de edad, huyó de su casa.

Su pareja, un hombre con el que vivía en el Bronx de Nueva York, lo había amenazado de muerte luego de una fuerte discusión. Presa del pánico, Ajani se dio a la fuga y llegó a Los Ángeles, California.

Aun en la costa oeste de Estados Unidos, a casi 5 mil kilómetros de distancia de Nueva York, Ajani se sentía inseguro.

Pensó que la única forma de estar protegido era salir de su país. Compró un boleto de autobús para pasar al lado mexicano y arribó a Tijuana, Baja California.

Pero Ajani no planeaba quedarse en la frontera. De Tijuana salían autobuses hacia varios destinos del occidente de México. Uno de ellos era Guadalajara, Jalisco.

Sin pensarlo demasiado, Ajani viajó hasta la capital jalisciense. A nadie le avisó que se encontraba en México, país que visitaba por primera vez.

Era julio. Ajani no traía ni dinero ni maletas consigo. Los documentos que llevaba al salir de casa -una identificación y una tarjeta de débito- los perdió en alguna parte del viaje.

Un tatuaje en forma de greca dibujado en la nuca del lado derecho era su único sello de identidad. Conforme pasaba el tiempo, su cabello crespo iba tapando el grabado en la piel.

Unos anteojos que colocaba sobre su ancha nariz y la poca ropa que llevaba puesta -unos pants, una playera y unos tenis- eran sus únicos acompañantes durante su travesía.

Al paso de los días, las calles de Guadalajara se habían convertido en su hogar. Ajani se sentía más seguro vagando por México que en EU, donde su pareja podía encontrarlo y cumplir con la amenaza de matarlo.

Llevaba pocos días en Guadalajara cuando fue sorprendido por elementos de la Policía Estatal.

Los agentes se acercaron a Ajani cuando dormía en una banqueta y lo pusieron a disposición del Instituto Nacional de Migración (INM).

Poco se sabe de la detención de Ajani en Guadalajara. Cuando fue asegurado en la estación migratoria, el extranjero quedó en shock. Una crisis mental le quitó el habla.

El afroamericano fue trasladado a la estación migratoria del Distrito Federal.

Balbuceaba y sólo ocasionalmente pronunciaba algunas palabras en inglés sin ningún sentido.

Detrás de sus lentes se veía una mirada profunda que no podía sostener durante mucho tiempo cuando alguien intentaba comunicarse con él.

El afroamericano de 1.80 metros de estatura parecía asustado: temblaba cuando la gente le hablaba.

Los agentes del INM le hacían preguntas...

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