Piedra de Toque/ ¡Abajo la ley de gravedad!

AutorMario Vargas Llosa

Los rebeldes, apodados los quiebrakilos, asaltaban las tiendas y almacenes, y destrozaban los nuevos pesos y medidas -las balanzas, los kilos y los metros- adoptados por la monarquía con el propósito de homologar el sistema brasileño al predominante en Occidente y facilitar de este modo las transacciones comerciales del país con el resto del mundo.

Este intento modernizador pareció sacrílego al Padre Ibiapina y muchos de sus partidarios murieron y mataron tratando de impedirlo. La guerra de Canudos, que estalló pocos años después en el interior de Bahía, en contra del establecimiento de la República brasileña, fue también un heroico, trágico y absurdo empeño para detener la rueda del tiempo sembrando cadáveres en su camino.

Las rebeliones de los quiebrakilos y de los vagunzos, además de pintorescas e inusitadas, tienen un poderoso contenido simbólico. Ambas forman parte de una robusta tradición que, de un extremo a otro del continente, ha acompañado la historia de América Latina, y que, en vez de desaparecer, se acentuó a partir de la emancipación: el rechazo de lo real y lo posible, en nombre de lo imaginario y la quimera. Nadie la ha definido mejor que el poeta peruano Augusto Lunel, en las primeras líneas de su Manifiesto: "Estamos contra todas las leyes, empezando por la ley de gravedad".

Rechazar la realidad, empeñarse en sustituirla por la ficción, negar la existencia vivida en nombre de otra, inventada, afirmar la superioridad del sueño sobre la vida objetiva, y orientar la conducta en función de semejante premisa, es la más antigua y la más humana de las actitudes, aquella que ha generado las figuras políticas, militares, científicas, artísticas, más llamativas y admiradas, los santos y los héroes, y, acaso, el motor principal del progreso y la civilización.

La literatura y las artes nacieron de ella y son su principal alimento, su mejor combustible. Pero, al mismo tiempo, si el rechazo de la realidad desborda los confines de lo individual, lo literario, lo intelectual y lo artístico, y contamina lo colectivo y lo político -lo social-, todo lo que esta postura entraña de idealista y generoso desaparece, lo reemplaza la confusión, y el resultado es generalmente aquella catástrofe en que han desembocado todas las tentativas utópicas en la historia del mundo.

Elegir lo imposible -la perfección, la obra maestra, el absoluto- ha tenido extraordinarias consecuencias en el ámbito de lo creativo, del Quijote a La guerra y la paz, de la...

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