Piedra de Toque/ Queremos ser pobres

AutorMario Vargas Llosa

Además, los huelguistas saborearon un suplementario añadido a su victoria: que el Gobierno del Presidente Alejandro Toledo, asustado por la magnitud de la protesta que amenazaba con extenderse a otros departamentos, se humillara públicamente pidiendo excusas al pueblo arequipeño pues uno de sus Ministros osó llamar "violentos" a los insurgentes de la Blanca Ciudad.

El Ministro en cuestión, Fernando Rospigliosi, probablemente el mejor Ministro del Interior que ha tenido el Perú en muchas décadas (hizo la más radical reforma de la Policía Nacional que se recuerde, limpiándola de elementos antidemocráticos y corruptos) renunció a su cargo.

Nada de esto debería sorprender a quien siga de cerca la situación en América Latina. En tanto que la democratización se ha estancado, o da marcha atrás en países como Venezuela, en el orden económico hay un renacimiento del populismo como consecuencia del fracaso de ciertas reformas de apertura y privatización, presentadas de manera falaz como "neoliberales", de la gravísima crisis por la que atraviesa Argentina y de la que parece irse gestando en Brasil, donde Lula da Silva, líder emblemático del populismo continental, encabeza con cerca del 40 por ciento todas las encuestas para las elecciones presidenciales del próximo octubre.

Lo ocurrido en el Perú en las últimas semanas es, por desgracia, un indicio de lo que puede llegar a ser una constante latinoamericana en el futuro inmediato: frustrados en sus expectativas de trabajo y mejores niveles de vida que, azuzados por demagogos y políticos oportunistas ávidos de poder, atribuyen a la "globalización neoliberal", los pueblos latinoamericanos -con la solitaria excepción de Chile, sin duda, que se halla ya demasiado avanzado en el camino de la modernidad para retroceder- , de golpe o de a pocos, recaen en el viejo modelo nacionalista y estatista del "desarrollo hacia adentro" al que, junto con las dictaduras, deben su marginación y su miseria.

A menudo, una reforma mal hecha es todavía más perjudicial que la falta de reformas. Ese ha sido el caso del Perú, donde la dictadura de Fujimori "privatizó" un buen número de empresas públicas durante los años ominosos de 1990-2000. Esas privatizaciones eran, claro está, una caricatura grotesca de lo que es y de lo que persigue la transferencia de empresas del Estado al sector privado, algo que se hace para sanearlas, modernizarlas, obligarlas a competir y prestar mejores servicios a los consumidores. En verdad, se...

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