Piedra de Toque/ La Costa de la Utopía

AutorMario Vargas Llosa

Dos libros, entre otros, han descrito la odisea intelectual y las vidas trágico-heroicas de la "intelligentsia" rusa decimonónica, Russian Thinkers, de Isaías Berlin, y The Romantic Exiles, de E. H. Carr, y es una suerte para el teatro contemporáneo que el dramaturgo inglés Tom Stoppard los leyera, pues de este encuentro ha resultado la trilogía épica La Costa de la Utopía (nueve horas de duración y más de 40 personajes), que se representa ahora en el National Theatre, de Londres, en una soberbia puesta en escena de Trevor Nunn.

Todas las obras de Stoppard, además de una fiesta de la ironía y la destreza, son un despliegue de la inteligencia, algo que a los espectadores ingleses, distintos en esto de los franceses, provoca siempre incomodidad. En la tierra de Shakespeare, exhibir demasiada lucidez intelectual y preocupación por las ideas es tenido por una falta de educación. Pero al autor de Jumpers y Travesties se lo perdonan, pues Stoppard compensa esas desviaciones con un humor incandescente, una ironía serpentina y juegos de ingenio y de palabra que parecen quitar reciedumbre y fuego a las preocupaciones morales y políticas que asoman en todas sus obras. Sólo parecen, porque, en verdad, no hay hoy en Europa un dramaturgo que haya dado al teatro de ideas -expresión discutible, pues sugiere que se trata de un teatro desencarnado y sin vida- el vigor y la audacia con que, en cada una de sus obras, lo enriquece Stoppard.

Y en ninguna otra de manera tan ambiciosa como en este carrusel por el que desfilan, con sus sueños mesiánicos y sus aventuras románticas, sus polémicas y enemistades, sus tragedias familiares y fracasos políticos, ante el telón de fondo de la miríada de campesinos de las estepas embrutecidos por la explotación, los campos siberianos donde se pudren en vida los disidentes y la apolillada corte imperial, ese puñado de intelectuales que aprenden alemán y francés como si en ello les fuera la vida, leen ávidamente y pasan las noches en blanco discutiendo a Kant y a Fichte, a Hegel y a Schelling y hasta en las lacrimosas novelas de George Sand (cuando esquivan la censura del Zar) creen encontrar los explosivos que los ayudarán a dinamitar esa ciudadela de anacronismo autoritario y supersticioso en que se hallan confinados y a hacer de Rusia una sociedad moderna y libre.

Los héroes de la primera obra del tríptico, Viaje, son un joven aristócrata, Mikhail Bakunin, harto del Ejército donde lo ha metido su padre, hambriento de...

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