Al pie de la política

AutorMaria Luisa Medellín

A la puerta de una residencia de casi media manzana, en Bosques del Valle, una mujer humilde espera paciente.

El ruido de un Grand Marquis negro estacionándose la hace avanzar hacia el hombre que con trabajos desciende del vehículo.

-¿Cómo está, don Alfonso?

Le cuenta que le cortaron el agua, debe 74 meses y con dificultad juntó 2 mil 500 pesos, pero le cobran 13 mil.

Con manos temblorosas y gesto adusto, Alfonso Martínez Domínguez le pide aguardar en la oficina, a un costado del recibidor amueblado en marfil y oro, y da instrucciones a su secretario.

Una llamada y un simple "es de parte de don Alfonso" bastan para que la cantidad a pagar se reduzca y la mujer se retire contenta. Dale 500 pesos, manda el ex Senador con su voz cavernosa.

Tras los lentes de armazón negra, esta figura emblemática del priismo nacional, que hoy cumple 79 años, reúne las dos caras del poder: la del hombre duro del sistema y la del benefactor patriarcal.

Él no está de acuerdo. "No he sido duro, sólo he aplicado la justicia sin que me tiemble la mano".

Hace meses concluyó su función como Senador y ahora despacha en la amplia biblioteca donde atesora recuerdos y fotos de casi seis décadas como político.

Confiesa que los niños son su debilidad. Muy temprano lee la nota roja y se ocupa de los casos de pequeños en desamparo.

Martínez Domínguez quedó huérfano de niño. Familiares cuentan que su papá, el doctor Alfonso Martínez, murió cuando él tenía 7 años, y su mamá, Margarita Domínguez, los abandonó.

Mientras se vivía la tragedia en casa, en México Plutarco Elías Calles fundaba el PNR, que más tarde sería el PRI.

Los abuelos paternos se hicieron cargo de él y sus hermanos: Guillermo, Guadalupe y Teresa; los enviaron al Colegio Franco Mexicano, pero don Alfonso y doña Refugio murieron también.

Hay versiones de que sus tíos, Emeterio (notario público) y Alejandro, aprovecharon para despojarlos y los internaron en el Hospicio Manuel Gorostiza, de corte militar, de donde Alfonso escapó con rumbo a México.

Rafaela, su abuela materna, fue a buscarlo y se lo llevó a vivir con ella. Alfonso se propuso reunir lo suficiente y entonces mandó por sus hermanos.

Cuando su carrera política despuntaba, los tíos llegaron a entregarle 10 mil pesos de su herencia.

"Él les dijo que con ese dinero le mandaran hacer una lápida a mi abuelo si tenían cargo de conciencia", cuenta Leticia, hija de Martínez Domínguez.

A los 15 años, Alfonso despencaba plátanos en la Merced. Después fue...

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