Perfiles y Rasgos

AutorHoracio Andrade

Llegar a Roma

Todos conocemos el viejo refrán que afirma que "preguntando se llega a Roma". Esta sencilla sentencia tiene un significado profundo y se refiere a un arte, o habilidad, si se prefiere llamarle así, que pocas personas desarrollan en su vida: el de formular preguntas.

Como en materia de comunicación se nos enseña a expresarnos, más que a escuchar, a ser mejores emisores que receptores, y a dar información más que a obtenerla, con frecuencia terminamos convirtiéndonos en un canal de una sola vía: la que va de nosotros a los otros, lo que implica que el camino de regreso se obstruye y que la comunicación queda, entonces, trunca.

Preguntar, escuchar y ser empáticos pertenecen al mismo "paquete" comunicativo, ese que está orientado a la parte con la que nos estamos comunicando o queremos comunicarnos. Es el de la comunicación centrada en el receptor, opuesto al de la centrada en el emisor, que se caracteriza más bien por habilidades relacionadas con el decir, y que presta más atención al discurso propio que al de los demás.

El buen comunicador debe lograr un buen equilibrio entre ambas orientaciones, y sobre todo debe tener la sabiduría suficiente para discernir cuál de ellas tiene que predominar en un momento dado. Se esperaría que los terapeutas y los coaches, por ejemplo, estuvieran más centrados en sus clientes que en ellos, y preguntaran y escucharan más de lo que hablan. Los profesores y los mismos padres también sería bueno que lo hicieran con más frecuencia.

La razón detrás de esto es que plantear las preguntas adecuadas no solamente nos permite a nosotros llegar a Roma, sino también a los demás, especialmente a quienes queremos ayudar, trátese de pacientes, coachees, colaboradores, hijos o alumnos. Muchos médicos lo saben muy bien: unas cuantas buenas preguntas les permiten a menudo hacer un diagnóstico certero, porque delimitan el terreno de búsqueda e impiden perderse en un mar de información inútil.

La mayéutica El arte de preguntar no es nuevo. Se remonta por lo menos a la antigua Grecia, en la que Sócrates lo desarrolló y lo practicó con gran maestría. Su método de enseñanza, conocido como "mayéutica" (que era el arte de las comadronas, que ayudaban a las parturientas a dar a luz), consistía en emplear el diálogo, a partir de una pregunta, para llegar al conocimiento.

En un pasaje de su Teeteto, Platón pone en boca de Sócrates las siguientes palabras, que explican el método mayéutico y...

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