Perfiles e Historia / Madres de los más necesitados

AutorMaría Luisa Medellín

Estaban preocupadas. Sabían que en estos tiempos de pandemia, los necesitados, los olvidados, son aun más vulnerables.

Se resistían a cerrar las puertas del comedor de su centro misionero a los indigentes, migrantes, desempleados y todos aquellos que tienen en las calles su único refugio.

Pero tampoco podían correr el riesgo de que se presentaran contagios por Covid-19 que las obligaran a cancelar el servicio.

Así que a las religiosas de la Comunidad Apostólica de María Siempre Virgen (CAMSVI) se les ocurrió habilitar un túnel alargado y cubierto de lona, con una ventanilla transparente para entregar los alimentos que colocan sobre una banda deslizable, como las de supermercado.

El túnel está en el patio frontal de sus instalaciones, conectado a la entrada principal que, a su vez, comunica a la cocina industrial y al amplio comedor, cerrado por ahora.

Esta mañana, mientras cientos de personas avanzan en fila afuera del lugar, situado en la colonia Treviño, seis dinámicas monjas con hábitos blancos y azul rey, guantes y cubrebocas, están listas para pasar los platos con ocho tamales y los vasos con café o atole de avena, que han ordenado sobre varias mesas.

Antes, a los recién llegados, en su mayoría, hombres, se les aplicó gel en una pequeña caseta móvil. Los más, van en harapos, se envuelven en cobijas raídas y cargan sus escasas pertenencias en bolsas de plástico.

Gerson González, es uno de ellos. Tiene 32 años y acaba de salir del reclusorio.

"Si no fuera por las monjitas, no sé qué haríamos", afirma. "Se preocupan por darnos de comer y nos ayudan en todo lo que pueden. Sin ellas estaríamos de veras solos".

Gerson es de Veracruz, pero vive en las calles porque no quiere volver allá y tampoco tiene empleo.

"Aquí vienen con historias muy fuertes", comparte la hermana Hortensia Sánchez Arce, encargada del Centro Misionero.

"Abandonados desde pequeños, perdidos en las drogas, víctimas de la violencia y la miseria o que migran por una vida mejor. Éste es su hogar. Nosotros somos su familia. Nuestra espiritualidad es la encarnación, es decir, estar cerca de la gente".

* * *

Cada mañana, las religiosas atienden de 450 a 650 personas.

"Al inicio de la pandemia subió el número y hasta abrimos dos turnos para dar comida", continúa la hermana Hortensia, morena, bajita, de lentes y sonrisa constante.

"Había demasiada gente pasando situaciones difíciles. Venían de colonias vecinas, así que empezamos a conocer sus casos y a repartir despensas; lo...

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