Rafael Aviña/La Perdición de los Hombres: La desolación de Ripstein

AutorRafael Aviña

El cadáver descalzo de un hombre hábil con las mujeres pero malo para el beis. Dos amigos obsesionados con ganar un rascuache partido de beisbol. Dos mujeres que se disputan el cuerpo del muerto, un policía burlón y una robusta chamaquilla inseparable de su videojuego, en un pueblucho perdido de este país donde impera, evidentemente, el absurdo y la pobreza.

Una suerte de hiperrealista Dimensión Desconocida que se quiere imaginada por Juan Rulfo y no por Rod Serling, pero escrita por Paz Alicia Garciadiego, quien agrega otra variante más a ese nuevo universo ripsteniano que arrancó a partir de El Imperio de la Fortuna allá por 1986.

Tres episodios narrados sin orden cronológico (el arranque correspondería a la parte intermedia), mientras que el último episodio sería el inicio real de la historia cuyo desenlace es narrado en el capítulo de enmedio.

Un absurdo crimen como sucedía con el extraordinario corto de Jorge Fons, Caridad, integrante de Fe, Esperanza y Caridad (1972) y en el cual parece inspirarse lejanamente, permite a Arturo Ripstein jugar otra vez no sólo con las nuevas tecnologías, sino con el estilo visual y narrativo y contrapuntear con una variante a sus terribles relatos de melodrama desaforado.

Lo curioso es que La Perdición de los Hombres, su largometraje número 24, forma un díptico con Así Es la Vida (2000), filmadas con poco tiempo de diferencia y en el que coinciden los nuevos formatos digitales y algunos de sus actores básicos.

De la tragedia estruendosa salta a la farsa extravagante: Así Es la Vida repetía el martirologio ripsteniano por excelencia en el que realizador y guionista adaptaban libremente la Medea de Séneca en una ruinosa vecindad con personajes de una jodidez miserabilista de exportación.

Una joven madre con dos hijos (Arcelia Ramírez estupenda, aguantando los diálogos más falsos y excesivos de nuestro cine) perdía el piso al ser abandonada por su marido gandalla, un mediocre boxeador (Luis Felipe Tovar aguantando con estoicismo las dizque metáforas sociales que le hacen recitar), quien la deja por la buenona hija del rey de la vecindad, La Marrana (Eduardo Yañez). Todo ello, a ritmo de lastimoso trío de boleros con maraquero incluido cual coro griego de risa loca.

En La Perdición de los Hombres una canción ranchera, de tintes misóginos por supuesto, define el tono de la historia: "la perdición de los hombres son las malditas mujeres", complementada con diálogos como "cuando las mujeres aparecen, todo se...

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