Las películas perdidas de Woody Allen

AutorErnesto Diezmartínez

Woody Allen no podía fallar. Después del fracaso de Celebrity, El Precio del Exito (98), el cineasta ha vuelto al camino correcto realizando un par de cintas menores pero muy logradas: Sweet and Lowdown (bautizada en México como El Gran Amante, aunque usted no lo crea) y Small Time Crooks (EU, 00). Aunque de diferente manera, estas dos películas nos han devuelto a un Allen más relajado, acaso menos ambicioso pero, eso sí, muy entretenido. Que las dos cintas no se hayan estrenado en nuestro país --a pesar de que la primera ya está disponible en video y DVD en EU y la segunda se estrenó en Norteamérica hace dos meses-- es una prueba más de la pésima distribución fílmica que sufrimos en México. Por lo menos no tendremos que esperar hasta la Muestra de Cine para ver El Gran Amante, ya que la distribuidora Artecinema anunció su entrada a la cartelera para el próximo viernes.

El Gran Amante y Small Time Crooks nos remiten, aunque de distinta manera, al primer Allen, al de Robó, Huyó y lo Pescaron (69). El Gran Amante es, además, un afortunado regreso a otra de sus obras maestras, Zelig (83), ya que la película utiliza el mismo mecanismo narrativo que este genial documental apócrifo. En efecto, si en Robó... presenciamos entrevistas falsas sobre un torpísimo ladrón destinado al fracaso, y en Zelig disfrutamos de un falso documental sobre un hombre-camaleón que se transformaba físicamente dependiendo de las circunstancias, en El Gran... conocemos las increíbles, hilarantes, patéticas y dramáticas anécdotas de "el segundo mejor guitarrista del mundo", Emmet Ray (espléndido Sean Penn), un egocéntrico músico que vivió y tocó en el este americano en los años 30 para luego desaparecer misteriosamente del mapa... Aunque ¿es necesario decirlo?, en realidad, el tal Emmet Ray es sólo una invención del propio Allen y, por lo tanto, lo que veremos a continuación es la dramatización de una vida y una obra que nunca existieron.

La estructura narrativa de la cinta es idéntica a la de Robó, Huyó y lo Pescaron. Es decir, la película pasa de una viñeta a otra con ligereza y buen humor, dándonos un retrato incompleto, contradictorio, fascinante, del insoportable músico. Así, podemos ver a Emmet como cínico padrote, compulsivo jugador de billar, virtuoso ejecutante de la guitarra, marido cornudo, inexplicable cleptómano y hasta conmovedor amante fracasado de su sublime enamorada muda (prodigiosa Samantha Morton). A la Zelig, Allen llega al extremo de colocar frente a...

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