Pelean contra zancudos

En Juanacatlán es tan indispensable la leche como el insecticida. Todos los días las señoras compran su mandado acompañado con una caja de espirales, laminas o de spray, no importa la presentación, el objetivo es el mismo: acabar con los mosquitos.

Las tardes de paseo en la plaza terminaron. No es posible comerse una nieve, un elote o tomarse un agua sin tener a un lado el insecticida, pues la cantidad de moscos es tal que terminan en la boca.

Aunque está nublado, el calor levanta el olor a alcantarilla y aguas negras que emanan del Río Santiago; es fuerte, pero los pobladores ya están acostumbrados.

A lo que todavía no logran adaptarse es a la plaga de moscos que, poco a poco, se han adueñado del pueblo. A las 19:00 horas, Juanacatlán muere. La gente se encierra en sus casas y comienza una batalla frontal contra el insecto.

"Los panales de zancudos se acercan a las puertas, no sé por dónde se meten, pero nos acabamos un bote de raid y aparte ponemos espirales o placas, pero ni así puede uno dormir a gusto", explica María Magdalena Pérez.

Y no es broma, al mediodía los zancudos duermen, pero basta mover un mueble para que salgan de su escondite.

En la ventana de la casa de Cecilia Galván hay 50 zancudos que se posan en su mosquitero, el problema es que están por dentro; en el piso un centenar de "cadáveres" son la prueba de lo que tienen que pasar todos los días.

Pero el uso constante de insecticida ha hecho que el mosquito sea cada vez más resistente.

"En las tardes el baño se llena de moscos, todo el piso está cubierto de moscos disque muertos, pero en la noche todos desaparecen, los espirales o el raid ya no...

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