Pedir asilo, un tormento burocrático

Diana Higareda

CIUDAD DE MÉXICO, febrero 4 (EL UNIVERSAL).- Ángel, de 30 años y de origen hondureño, llegó a México en septiembre de 2017. Su trayecto no fue como el de cualquier viajero. Él huyó de su tierra. Abandonar a su familia, sus costumbres y los pocos bienes materiales que había conseguido gracias a su trabajo no fue fácil, pero las constantes amenazas de muerte de los narcotraficantes lo convirtieron en un prisionero en su casa. La única salida fue cruzar la frontera.

"Yo no tenía ganas de dejar mi país, ni a mi familia. No lo hice porque quisiera. No tuve otra opción. Si estoy aquí no es para hacerle daño a nadie, simplemente vine a defender mi vida, la de mi familia y poder trabajar acá", relata este hombre.

Entre 2013 y 2017, otros 30 mil 249 casos como el de Ángel llegaron a México, todos en búsqueda de una salida a la violencia que emana de sus países. Pero solicitar refugio a una nación ajena es un trámite en el que impera la incertidumbre. Concluir el proceso no asegura una respuesta favorable. De los 15 mil 336 solicitantes que sí llegaron al final, sólo 6 mil 803 lograron quedarse como refugiados.

El resto, es decir, más de 14 mil, abandonaron su sueño o siguen en espera de que el gobierno mexicano los ayude.

Cada año, en promedio, mil 400 extranjeros se dieron por vencidos en su búsqueda de hallar una oportunidad en la República por la vía legal. El tiempo de espera fue el principal detonante. Hasta la última actualización, de diciembre de 2017, 7 mil 834 aún esperan una respuesta. Su futuro en el país está en el limbo. Esta situación se recrudeció desde octubre de 2017, cuando, a causa del sismo del 19 de septiembre, la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar) emitió una suspensión de plazos. Esto quiere decir que, aunque es posible solicitar el asilo en la nación, el tiempo de respuesta, que antes era de 45 a 90 días, ahora no tiene límite.

"El sistema de asilo en México está debilitado, especialmente desde la suspensión de plazos de la Comar. Esta narrativa de ser una nación de puertas abiertas está en teoría, pero no en los hechos", explica Paulo Martínez, encargado de comunicación de la organización civil Sin Fronteras.

La vida de Ángel está en pausa. Durante su paso por un albergue en la ciudad de Querétaro, otro hondureño lo alentó a moverse a la capital. Ahí llegó con organizaciones civiles que cubrieron el papel del gobierno: le brindaron asesoría legal, asistencia sicológica y le dieron un lugar para...

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