'Pedí a Dios que este momento se diera'

AutorJorge Ricardo

OAXACA.- Don Jesús Ortiz Reyes es un hombre pequeñito de 80 años, con un sombrero roto de palma y una camisa más deslavada, gris. Cuando habla de sí mismo titubea de pena y cuando habla del Presidente, lo llama señor y lo encomienda a Dios. "Qué Dios lo ayude, lo acompañe en su lucha que anda. Es todo", dice y se ríe de nervios.

Acaso es porque ha sido la primera vez en su vida que ve en persona a López Obrador. "Yo le calculo que ha de tener unos 90 ¿no? De unos 90, a lo mejor está cansado porque sí trabaja mucho, mucho ha hecho ya".

Delante de él, el tumulto espera a que salga el Presidente de la Universidad del Papaloapan, en Loma Bonita, en los límites de Oaxaca con Veracruz. López Obrador concluye aquí sus actividades del día: una reunión de gabinete en la madrugada, una conferencia, tres discursos en Oaxaca y Veracruz, recorridos de tres horas de un lugar a otro.

En la espera, el grupo de la Casa Sotaventina, canta un son al ritmo de una quijada de burro: "Señor presidente le vengo avisar que el kilo de masa ya debe bajar/ Me gusta la leche me gusta el limón, pero no me gusta tanta corrupción".

La tarde cae con un sol que le saca brillo a las vías del tren que pasan ahí cerca. El Presidente ya va a salir y en momentos así son más nítidos los dos rostros de López Obrador. Uno en la mañana, en su conferencia en un gigantesco y caluroso hangar de la Administración Portuaria de Coatzacoalcos. Afuera se veían las nubes de fuego, como si estuviera a punto de amanecer, por las chimeneas de la petroquímica Pajaritos. Adentro el Presidente se excusa, amenaza y se victimiza. Se compara con Francisco I. Madero.

"Quedó una inercia y eso...

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