Paz Fernández Cueto/ Honores en Catedral

AutorPaz Fernández Cueto

Fue una sorpresa para todos el pasado 15 de septiembre. El cardenal Norberto Rivera, en un gesto de patriotismo, terminó la celebración dominical rindiendo honores a la bandera dentro del recinto de Catedral, hecho que resultó inaudito para algunos, y francamente provocador para otros. Enrique Jackson, senador del PRI, se rasgó las vestiduras, considerando semejante ocurrencia como un atentado al Estado laico mexicano, mientras que la diputada Beatriz Paredes, con la claridad de mente que la caracteriza, ubicó el asunto en su justa dimensión precisando que: "el Himno Nacional es patrimonio de todo el pueblo de México, creyente o no creyente..., es un símbolo generalizado y que yo sepa -comentó- no hay ningún documento que prohíba sitios donde se cante el Himno". Y si en efecto se trata de un símbolo patrio como cualquier otro, ¿por qué no escandalizarse cuando aparece la bandera tricolor al lado de la Guadalupana, presidiendo las ceremonias de culto religioso? Por otra parte el amor a la patria es una virtud que debe fomentarse, y es obligación de todo cristiano el cumplimiento de sus deberes cívicos como ciudadano. Visto así lo sucedido no representa amenaza alguna, ni agresión a la división de poderes. Sin embargo, dada la vulnerabilidad de nuestro pasado histórico y la reanudación muy reciente aún de las relaciones entre Iglesia y Estado, después de más de 160 años de indiferencia, coincido con Genaro Góngora Pimentel en que amerita una reflexión seria al respecto.

Es importante precisar que la separación Iglesia-Estado, y la legítima autonomía entre los ámbitos religioso y político, no significa únicamente una conquista para el Estado mexicano desde el punto de vista político a partir de las Leyes de Reforma, sino también, una exigencia fundamental para vivir con autenticidad la fe desde el punto de vista religioso. Y es aquí en donde el asunto se pone interesante.

Conviene recordar que la idea de la separación de la Iglesia y del Estado no fue de Juárez ni del partido liberal, se debe al cristianismo. Antes del cristianismo, había una identidad entre la constitución política y la religión. En todas las culturas el Estado poseía carácter sagrado, y éste fue en realidad el punto fundamental de confrontación entre el cristianismo y el Imperio Romano. El Estado había tolerado las religiones privadas de sus pueblos conquistados, a condición de que se reconociera el culto a las deidades oficiales como punto superior de convergencia. Pero el...

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