Paz Fernández Cueto / En México... imposible

AutorPaz Fernández Cueto

Nada más propicio para una noticia de impacto que la portada del martes pasado del Reforma con el encabezado: "Denuncian a Obispos por delitos electorales", y en seguida las fotografías de los prelados revestidos con solemnidad, coincidentemente en trasfondo amarillo. ¡Vaya noticia! ¡Cuatro obispos de la Iglesia Católica denunciados penalmente por presuntos delitos electorales!

La denuncia, como era de esperar, resultó improcedente, sólo que la respuesta de Gobernación que apareció al día siguiente no se difundió con el mismo entusiasmo que la primera. A través del subsecretario Javier Moctezuma Barragán, se limitó a exhortar atentamente a obispos, presbíteros y diáconos, pidiéndoles "se abstengan de hacer pronunciamientos que pudieran considerarse como violatorios a nuestras disposiciones jurídicas" (Reforma, 1A). Y es a propósito de tan delicadas cuestiones fronterizas que oscilan entre el poder político y el religioso, donde se deben aclarar los criterios fundamentales para evitar ser presas de confusión. Tan reprobable es que los obispos, sacerdotes o religiosos se metan en asuntos de política partidista, mencionando específicamente candidatos o partidos, criticando o alabando resultados de determinado gobierno o manifestando públicamente sus preferencias electorales, como lógico y elemental que se dediquen a hablar lo que les es más propio, como es todo lo relativo a la fe y a la moral, muy al margen de las plataformas políticas de los partidos.

Los obispos sin hacer referencia específica a personas o partidos, habían hecho declaraciones o emitido documentos pastorales orientando a los católicos a votar en congruencia con su fe, y resulta que ciertos partidos minoritarios sintieron una amenaza en su contra, al haber incluido entre sus ofertas de campaña prácticas inmorales como el aborto, las uniones entre homosexuales o la manipulación genética que contradicen abiertamente los principios del Evangelio. Indistintamente del partido o del candidato que lo promueva, un cristiano que viva en coherencia con su fe, no puede votar por ellos.

Quizá sea esto muy difícil de entender para quienes no profesan una fe, para quienes no tienen convicciones de conciencia ni estarían dispuestos a dar su vida por ellas. La fe es algo más que una creencia política sujeta a vaivenes ideológicos circunstanciales. No se vende ante el mejor postor, ni se cambia como quien se quita un sombrero, ni se condiciona de acuerdo con gustos y preferencias personales...

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