Paz Flores/ El asalto de los inocentes

AutorPaz Flores

"El observador afecta el experimento".

Heisenberg

Cada mañana habrá que inventar de nuevo la inocencia. La maravillosa inocencia de un hombre con una enorme hebilla en forma de dragón y camisa amarillo pollo. La inocencia de un hombre que ríe desaforado viendo a sus hijos jugar, y los saluda de lejos divertido. La inocencia de un niño para el que ojo es ojo; mano, mano; y pie, pie, sin mayor complicación.

La inocencia del mundo, no la tontería, no la estupidez. Es ese momento en el que todo transcurre en una dimensión paralela, en la normalidad absoluta de estar vivo, en ver a la abeja volar lentamente sobre el vaso, con esas diminutas alas transparentes sin peso pero que levantan la densidad del aire que parece no estar, parece no ser. Soy verdaderamente en el espacio que no soy, en lo hueco, en lo vacío, en lo inesperado.

Recuerdo a mi padre en el jardín dejándose rodear por las abejas, dejándolas subir por su cuerpo hasta tapizarlo por completo, la risa dionisiaca y esa seguridad total (fe acaso) en su hermandad con las abejas, esa pose de brazos abiertos y la sonrisa plena, infantil. Más tarde las sacude como si cualquier cosa, y luego la afirmación normal, cotidiana, alegre: "¡Papá está loco, ja, ja, ja!".

Ignorancia e inocencia no son lo mismo y es tremendo error confundirlas. La inocencia nos ocurre de vez en cuando. La inocencia es una esfera indescriptible de la existencia, es serena o alegre, contemplativa o juguetona.

Los tipos insoportables se jactan de no ser inocentes porque en su estupidez la confunden con la ignorancia. ¿Cómo reinventar la sabia inocencia? ¿Cómo recuperar un paraíso perdido? Más de 300 mil niños van a la guerra en Africa, en Medio Oriente; matan, y aun así son inocentes. Miles de niños son robados, prostituidos e importados como mercancía a los centros de putrefacción del planeta; y aun así son inocentes.

¿Cómo, en qué momento se pierde la inocencia? La inocencia difícilmente se pierde para siempre. Ella está dispuesta a ser recuperada una y otra vez, y aun los palos más duros y secos se ablandan con el agua. Por eso, de pronto nos asalta en la risa cotidiana.

¿Hasta qué punto la televisión, la radio, los medios pueden ser culpables de generar un dramatismo apocalíptico, una visión única y catastrófica del mundo? ¿Acaso no es así el mundo, se preguntan otros? ¿Pero cómo encontrar soluciones sino se señala primero el problema? Verdadero gran dilema que quizá tenga su respuesta -como muchos otros dilemas- en...

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