Patrocinio, el panteón clandestino del crimen

Francisco Rodríguez, corresponsal

TORREÓN, Coah., noviembre 19 (EL UNIVERSAL).- El ejido Patrocinio, perteneciente al municipio de San Pedro de las Colonias, en Coahuila, está escondido a una hora de camino desde Torreón. Ahí, familias que buscan a sus desaparecidos en el estado, creen que en los últimos años el lugar se convirtió en un panteón clandestino.

El rancho es pequeño. Cerca de 300 personas habitan el pueblo ubicado a las orillas de San Pedro, la cabecera municipal. Las pocas casas construidas son de adobe, pero cuentan con antena de televisión satelital. Arbustos, matorrales, mezquites, huizaches entre las casas.Únicamente hay dos calles a medio pavimentar, el resto, son de arena. Pisas y te hundes como si fuera playa. Las viviendas están casi dentro del monte. A la redonda, grandes plantíos de algodón, alfalfa o nogal. El resto es despoblado, un llano.

Una vecina cuenta que hace un par de años, el desfile de grandes camionetas era un espectáculo diario.“Ahí ponían a los mocositos con sus radios hablando en claves”, cuenta mientras señala un árbol donde se cruzan dos caminos de terracería.

Pegado a Patrocinio está el ejido Porvenir, pero aquí la gente avienta las malas experiencias a Patrocinio.“Allá es donde sucedieron las cosas”, dice un señor, como si entre un ejido y otro los separara un gran puente y no un camino de tierra.

En el ejido hay gallinas y gallos, perros flácidos que buscan una sombra, como si se tratara de un oasis. Los hombres trabajan en el campo y las mujeres en la maquila. Por el día se miran niños solos porque sus padres trabajan.

La gente en Patrocinio no quiere hablar.“No me di cuenta… no le sabría decir”.“Yo apenas tengo dos años viviendo aquí”.“Me voy un mes a trabajar a Piedras Negras y luego regreso. Yo creo ni me di cuenta”, fueron algunas de las excusas de los lugareños al preguntarle sobre lo sucedido en los años violentos que vivió el poblado.

Pero los niños no mienten. En una esquina a las afueras de primaria de Patrocinio —en total hay dos primarias, una secundaria y una prepa en la zona—, los niños hablan como si les fueran a dar premio:

Pasaba mucho un cochezote negro, brillosote, nomás daba la vuelta. Eran los zetillas, suelta uno.A la escuela una vez llegó la hermana de un compañero, llegó llorando porque estaban tirando los balazos, narra otro.En una nogalera llegaron cuatro trocotas negrotas y sacaron a la gente a balazos, se anima un pequeño.Encontraron una vez una fosa y ahí quemaron...

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