Pata de Perro/ Un reencuentro con Nueva York

AutorAlonso Vera Cantú

No es posible conseguir la paz en el mundo si ésta no empieza en el interior de las personas. La paz puede ser un tema de conversación simple o complejo, un tópico de novelas orgánicas o profundas, o, también, una verdadera preocupación y necesidad.

El sentirse bien con uno mismo antes de emprender la marcha es muy importante, pues estando fuera no siempre nos sentiremos en paz. Durante los viajes las emociones y sentimientos afloran y desdoblan a niveles increíbles, por ello es bueno saber que la casa y la familia la llevamos dentro de uno mismo.

Esto lo aprendí al caminar por las calles de Nueva York, comiendo sus pretzels y ganándome unas monedas en el más subversivo de sus foros: el Metro.

Bienvenido a la Jungla de Asfalto

Después de un largo recorrido por Asia y Oceanía, aunado a un periodo en la Ciudad de México, las circunstancias se dieron para que realizara un viaje a Nueva York. Hacía tiempo que no la visitaba y estaba ansioso por experimentarla después de comer perro y caminar por Los Himalaya.

Mi primera tarea fue conseguir los boletos y la visa, y posteriormente sacudirme el sentimiento de que en la Embajada me estaban haciendo un favor.

Ya en el aeropuerto tuve que superar la exhaustiva revisión e inquietante espera (bueno, inquietante para algunos, pues yo encuentro enorme satisfacción en limpiarme las uñas, quitarme la pelusa del ombligo, recorrer entera la sala internacional sin pisar una raya y comparar los tipos de cambio mientras espero) para luego abordar la aeronave. Estaba francamente emocionado.

Al llegar a la Gran Manzana, mientras trataba de digerir tanto la "comida" como las horas de vuelo, me escurrí entre la gente al sitio donde cualquiera que no esté acostumbrado a números, colores y desviaciones evitaría: el Metro.

Nueva York (que de ahora en adelante llamaré NY) no es un lugar donde se pueda vivir con menos de un dólar al día, ni donde se consiga convivir realmente con la gente; digamos que siendo un desconocido no es tan fácil que te inviten a dormir en una casa del Bronx, como lo sería en algunas poblaciones indonesas. Aquí, me quedó claro, estás solo sin estarlo.

Me declaro fanático de los lugares remotos y desconocidos para las mayorías, pero curiosamente encuentro una enorme paz y tranquilidad inmerso en esta "selva"; quizá sea porque provengo de una especie de NY, donde se pone a prueba todo lo aprendido en otros continentes, donde es divertido desenmascarar la nacionalidad o religión de las personas...

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