Pata de perro / Por la Ruta 66

AutorAlonso Vera

No dejo de reprocharme. Mi equipo es óptimo para la supervivencia del desierto en primavera. Pero, ¿quién dijo que Arizona era todo desértico? Rugen las ráfagas heladas castigando mis extremidades. La humedad del bosque se confunde con un viento cargado de estática.Uno que ni en sueños hubiera imaginado.

Vi el amanecer luego de nadar hasta una isla ubicada en un lago rodeado por saguaros y arena roja. Ahora, añoro la caricia de aquel sol, en especial tras la noche en vela, cortesía del relinchar de los burros salvajes que habitan en torno al Lago Placentero, ubicado a 48 kilómetros al norte de Phoenix... y yo que les supuse menos amenazantes que las víboras de cascabel.

Luego de caminar todo el día, me encuentro próximo a las entrañas de la Tierra. Me acerco al borde de un acantilado. El vértigo se acompaña de un escalofrío por la emoción de la primera vez. Tieso, acompañado por la luna, miro la inmensidad de esta cicatriz del mundo y sus estratos como retratos de otros tiempos. Esta noche sí dormiré... titilando como las estrellas frente al Gran Cañón.

EL GRAN CAÑÓN

A la mañana siguiente, un cuervo del tamaño de un niño husmea en el campamento. Son inmejorables las noches que paso dentro de mi tienda de campaña, lejos del bullicio de la ciudad y de los burros salvajes. Renazco cada vez que salgo de mi bolsa de dormir, y estiro mi cuerpo favorecido por el contacto pleno con la Madre Tierra. No existe café más sabroso ni huevos con tocino y pan de centeno más exquisitos que aquellos cocinados a cielo abierto. Los rayos del sol se filtran por las ramas espesas de un bosque impoluto. Qué poco vemos el amanecer en lo que conocemos como "casa". Aquí uno se pone en sintonía.

Más tarde, conforme desciendo por las veredas, el calor aumenta y lo inhóspito sustituye la certidumbre de parajes civilizados. De camino al centro del planeta, cientos de miles de formas y colores cambian a cada instante. Envuelto por las capas que recuerdan leyendas olvidadas en la superficie, ahora entiendo por qué el Gran Cañón es digno de una historia.

Los siguientes días habré de trasladarme sobre la histórica Ruta 66. No la conozco. También le llaman la "Carretera de América" o la "Carretera de Will Rogers", en honor de aquel que rodó más de 70 películas. Nunca habría imaginado que iba a atravesar volcanes nevados y bosques enanos. Mucho menos cráteres de meteoritos, bosques petrificados y cañones de roca rosada. Y es que cuando se piensa en Arizona, uno imagina otras...

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