Pata de perro / Indonesia de mis recuerdos

AutorAlonso Vera

Ya no son los destinos, sino la autenticidad de las experiencias en ellos las que mueven a los viajeros de un lugar a otro. Por eso, Indonesia es uno de mis países favoritos, porque con sólo cerrar los ojos percibo de inmediato el aroma de los cigarrillos con clavo y el barullo que proviene del mercado. Frutas y vegetales que aún no sé nombrar se desparraman por las estrechas calles en las que igual transitan changos y chivos que motocicletas y marchantes. Sobre las piedras de los templos crece una alfombra vegetal. La humedad lo viste todo con helechos y flores exóticas. Y en el horizonte se dibuja la silueta de un inconfundible volcán con un infinito laberinto de terrazas en las que crece arroz en sus faldas. Tan intricada es su forma, tan escabrosas sus pendientes, que revelan la manera en que lo imposible se vuelve realidad.

DIFÍCIL DECIR ADIÓS

Llevo un par de pétalos de azahar rociados con agua de río sobre las orejas, y uno más sobre la coronilla, a la usanza local. Visto largos faldones decorados con los patrones y colores de mi aldea: Amlapura. Vamos tres sobre la misma motoneta. Extiendo mis brazos, pues ya le perdí el miedo al camino. Los grillos anuncian el atardecer. Es mi última noche en Bali, la isla que se convirtió en mi hogar durante algunas semanas. Me esperan las bailarinas que se contonean al ritmo de la orquesta de gamelán (típica de Indonesia), así como un amanecer en la cima del templo budista más grande del planeta. Pero antes debo recibir la iniciación del médico brujo que me aceptó como aprendiz, luego de comer corazón de perro frito en aceite de coco. Es difícil despedirme de mi familia adoptiva entre música y lágrimas, mucho más que sortear 20 horas en barcos y camiones que me esperan para alcanzar Java, la isla vecina y la principal de este archipiélago en el sureste asiático.

El 60 por ciento de la población total del país habita en Java., corazón político y cultural del país. Su tierra volcánica es tan fértil que ha permitido el desarrollo de diversas culturas, desde las primeras cortes hinduistas y sultanatos musulmanes hasta la República actual. Una de las joyas más preciadas de esta isla es la ciudad de Yogyakarta, desde donde planeo llegar hasta la cima del volcán Merapi. La expedición inicia de madrugada para apreciar el amanecer desde lo alto y luego desayunar plátanos cocinados en su misma lava. La vista es imposible de olvidar.

EL MISMO AMANECER

A la mañana siguiente habrá que emprender un largo camino...

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