Pata de perro / Amanecer en Izamal

AutorAlonso Vera

Esa mañana me desperté antes que el sol; logré escuchar todavía el tintinear de las estrellas. La fresca brisa me consuela de una calurosa noche y de un mosquito que hizo de mi rostro lo que quiso. Izamal duerme apacible.

Esta ciudad ha sido centro de peregrinaje desde hace más de mil años, vinculada al resto del Mayab por una intrincada red de sacbés (caminos blancos). Su nombre evoca a Zamná, el "rocío del cielo", un sacerdote divinizado por los itzá, el pueblo que se asentó en esta península por el siglo 4.

Camino sin rumbo por una ciudad sagrada, a pesar de que fue interrumpida con la superposición de sus instituciones. Los edificios coloniales se aferran a la superficie, pero la piedra en sus entrañas es de templos y palacios mayas, muchos disfrazados de cerros por la maleza y el olvido.

Actualmente vive una tercera encarnación. Sus casonas decoradas con finos arcos y trabajos de herrería son ocupadas por tiendas de abarrotes y talleres de artesanos. Izamal es "La Ciudad de las Tres Culturas". Y cuando llego al sitio en donde, según los abuelos, Diego de Landa quemó las reliquias y documentos de una civilización extraordinaria, comprendo que lo hizo por terror, queriendo destruir algo que es eterno.

SE LEVANTA EL TELÓN

Los primeros rayos del sol iluminan las calles y plazas, la vida comienza a retomar su curso.

Esteban le da un baño a Rosa, su yegua, antes de comenzar a trabajar juntos la calandria. Sandra platica con su vecina María recargada en los barrotes que enmarcan su ventana.

Los jóvenes emprenden su camino a la escuela, algunos a pie, otros en bicicleta. Eulalio pedalea un carro en el que lleva seis marranos desollados rumbo al mercado.

Mi apetito se alborota; ya puedo oler la cochinita pibil y el relleno negro, también las aguas de chaya y las salsas de picoso habanero. Intercambiamos buenos deseos...

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