Pata de Perro/ De cisnes y lagos encantados

AutorAlonso Vera

Los irlandeses dicen que lo primero que aprenden sobre la vida es cómo disfrutarla. Es una lección que no tienen que enseñarles, ya que instintivamente, puedo afirmar, encuentran placer en las cosas más simples de la naturaleza y de la convivencia, y esto lo expresan en su música y a través de un ritmo de vida excepcional.

De Irlanda salí con una sonrisa de oreja a oreja, después de tomar la difícil decisión de irme, ya que estuve tentado a quedarme a estudiar su música y caligrafía, y a perderme en sus bosques, castillos, catedrales y bares, estimulado por la belleza y la "complejidad" de la sencillez.

Refugio de duendes

Después de una travesía por las frías tierras inglesas, tomé un barco que cruza el Mar de Irlanda en compañía de mis amigos Veloso y Pol.

Sedados con la estimulante marea, pasamos la noche recostados en el piso, a babor, y misteriosamente nos despertamos al mismo tiempo, una hora antes del amanecer.

Salimos a despabilarnos en cubierta, donde una densa niebla tipo algodón de azúcar mojaba nuestros rostros. Poco después, por el este, se filtraban dudosos los primeros rayos del sol, al tiempo que se dibujaba la silueta de la isla políticamente dividida en Irlanda del Norte y del Sur.

La larga isla que ha mantenido su encanto por miles de años, con extendidos valles y accidentadas montañas, es refugio de mitos y leyendas, de duendes y cisnes en lagos encantados resguardados por bosques y castillos. Nada más de pensarlo se me erizó la piel.

Nuestro destino fue Dublín, capital de Irlanda del Sur, que cobija la tercera parte de la población, geniales teatros y bares, y que es, y ha sido siempre, cantera de grandes escritores inmortalizados en estatuas callejeras, como Joyce, Swift, Burke y Beckett, y, por si fuera poco, heredera de historias enriquecidas por los celtas, los romanos, los vikingos y los católicos.

Una vez en tierra caminamos tambaleantes hasta encontrarnos con un hostal dotado con europeos y literas, donde dejamos nuestras cosas y tomamos café un par de horas. Recargados, emprendimos nuestra exploración.

McAlonso

Los de Dublín cuentan que alguna vez una estación de radio local hizo un concurso que consistía en dar 100 libras -más o menos mil 400 pesos mexicanos- a quien encontrara una ruta que cruzara la ciudad sin encontrarse con un solo pub (bar) en el camino. Se dice que tardaron semanas en conseguirlo, y definitivamente fue algo que nosotros no logramos.

A pesar de que era antes del medio día, calles enteras...

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