Al paso del tiempo

AutorBeatriz Velasco

Desde sus inicios, en la primera mitad del siglo 16, los relojes portables fueron objetos deseados por la burguesía y aristocracia, señala la historiadora Catherine Cardinal en el artículo "Modas y Maneras", publicado en la revista Patek Philippe.

Inmersos en un mundo ávido de innovaciones científicas y objetos suntuarios, los relojes transportables ofrecieron prestigio y reconocimiento a sus usuarios.

Pese a los esfuerzos de los relojeros de aquella época por producir piezas de tamaño reducido y peso liviano, los primeros modelos eran voluminosos. La mayoría fueron diseñados a manera de medallones y montados en cajas redondas u ovaladas (como pequeños tambores de lata) sostenidas por largas cadenas metálicas.

Las tendencias de moda cambiaron y durante el siglo 17 la aristocracia prefirió portar el reloj colgado de la cintura. Las piezas eran decoradas con piedras preciosas y lucían exclusivos esmaltes.

Durante el siglo 18, los avances tecnológicos permitieron la reducción de algunos mecanismos, de forma que los relojes pudieron engarzarse en pequeñas sortijas. Aunque los modelos preferidos fueron los que pendían de cadenas o listones anchos.

El esmero en la decoración de cada pieza no tuvo límites. Sin importar al peso de su mecanismo, se realizaban diseños suntuosos que imitaban cajas de hierbas olorosas o frutas, acompañados por llaves, pequeños frascos, relicarios y otras piezas de ornato.

Los diseños para caballero siempre fueron más discretos. El reloj se guardaba en una faltriquera fijada al cinturón o en el bolsillo del chaleco, por lo que sólo quedaba...

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