El paso por los caminos de hierro

AutorVerónica Gascón

Los últimos 185 años de la historia del País no se pueden entender sin la presencia del ferrocarril.

La primera concesión se otorgó en 1830 y fue hasta 1850 que se inició la construcción de la primera línea férrea, la México-Veracruz.

El puerto jarocho era la salida al mundo de personas y de mercancías y se requería establecer una vía para ese destino, recuerda Teresa Márquez, directora del Centro Nacional para la Preservación del Patrimonio Cultural Ferrocarrilero.

Posteriormente, fueron avanzando el resto de las vías como la México-Ciudad Juárez, la México-Nuevo Laredo y el Panamericano.

También se tenía la idea de construir el Interoceánico, cuyo propósito era conectar al Pacífico con el Golfo de México, aunque se quedó incompleto.

Las vías se construyeron prácticamente en todo el País, en cada Estado había un tramo ferrocarrilero, excepto en Quintana Roo y Baja California Sur.

Cuando estalla la Revolución, el ferrocarril se convirtió en un símbolo de lucha contra el régimen autoritario y ocupó el mismo lugar protagónico que Pancho Villa y sus Dorados.

La temible escolta del Centauro del Norte fue fotografiada junto al líder revolucionario, teniendo como fondo un vagón de Ferrocarriles Nacionales de México.

El tren fue el instrumento para el movimiento de la fuerzas rebeldes en todo el territorio nacional.

En 1910, la red ferroviaria llegó a tener 19 mil 280 kilómetros.

El que fuera el orgullo para el Presidente Porfirio Díaz, también se convirtió en su principal enemigo.

"Con el ferrocarril se tenía capacidad de movilizar a grandes contingentes de soldados, caballos, armamento, todo eso se podía mover con mucha mayor eficacia.

"Una de las cosas que hacía imparable a la División del Norte, no sólo eran sus jinetes, sino el ferrocarril", afirmó Márquez.

Su trascendencia también consistió en dar cohesión a las distintas regiones del País y consolidar un mercado interno.

En 1908, se institucionalizó Ferrocarriles Nacionales y...

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