Pasiones desatadas

AutorIrene Savio

Enviada

BEIRUT, Líbano.- Hay que decirlo: Líbano y su capital, Beirut, no es un sitio para los viajeros que quieren olvidarse del mundo real, sumergirse en lo suntuoso y abstraerse en lo fantástico, sino más bien un lugar en que las pasiones y los odios de la raza humana están presentes y brotan en cada rincón, en cada barrio. Y todo ello se hace sentir.

Pero esto no se debe a que aquí falta el lujo o las distracciones. Por el contrario, la zona que rodea el pomposo Hotel Intercontinental Phoenicia, en la parte costera de la ciudad, o los barrios cristianos del Este, Achrafiye y Gemmayzeh, con sus galerías de arte y sus bulliciosos bares llenos de juventud cosmopolita, le resultarán al visitante incluso similares a las áreas más trendy de cualquier ciudad de Occidente.

Sin embargo, la verdad es que, a raíz de la turbulenta y fascinante historia de Líbano, la vida real en Beirut es la que pulsa. Pulsa en los rastros de las cuatro principales confesiones religiosas, los chiís, los sunís, los cristianos maronitas y los drusos, así como en las marcas que recuerdan que este diminuto país, más pequeño que por ejemplo, Querétaro, está enclavado en una región dominada por potencias, en particular Siria e Israel, países con los que Líbano comparte frontera.

Un testimonio de ello es el nuevo centro de Beirut, reconstruido después de que lo destrozaran las bombas de la Guerra Civil Libanesa (1975-1990), con dinero saudí y a través del proyecto Solidere, y cuyos altos edificios de espejos y ultramodernas escaleras móviles situadas en la calle y sus zocos reflejan la voluntad de un pueblo de reiniciar y luchar por reconquistar los apodos por los que Líbano era conocido en los años 70, cuando el país de los cedros era el más importante centro financiero de la región y se apodaba "La Suiza de Oriente Medio" o simplemente "La París de Oriente".

A pocos metros de allí, la impresionante mezquita de Mohammed al-Amin, la más grande del país, inaugurada en 2008 y que recuerda con su tejado índigo a la turca mezquita Azul de Estambul, es otro ejemplo. Tanto que está localizada al lado de un iglesia cristiana, la catedral de San Jorge, un templo maronita de la época de las Cruzadas, y de los restos de la sinagoga judía de Maghen Abraham.

En esta misma zona, el visitante podrá ver uno de los lugares más simbólicos de la capital beirutí, es decir la plaza de los Mártires, cuyo nombre ya es un anuncio y donde se suelen dar las más grandes manifestaciones de Líbano...

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