Un paseo que hace milagros

AutorMary Carmen Glezz

Fotos: Fabián García

San Ángel centro

Dicen que este lugar tiene poderes curativos. A principios del siglo 20, el novelista y cronista Manuel Payno se refería a él como un pueblo tranquilo, bello, de "dulce temperatura" y tan sano, que muchos enfermos llegados de la Ciudad de México, incluso los graves, con sólo respirar su aire lograban sanar en un par de meses.

Pocos pensarían que el pueblo del que hablaba el autor de "Los Bandidos de Río Frío" (novela que se desarrolla ahí) era San Ángel antes de ser engullido por la gran urbe.

Actualmente nadie creería aquello de los poderes curativos de sus aires, igual de contaminados que los del resto de la Ciudad de México, pero hay algo de verdad en que recorrer este antiguo barrio a pie, más allá de su zona turística típica, es una excelente terapia que los agobiados citadinos deberíamos probar por lo menos una vez en la vida.

Adentrarse en las calles empedradas de San Ángel que guardan, casi intactos, entrañables rincones de la Nueva España, remontar sus callejones impregnados de historia y leyenda, o detenerse a la simple contemplación en sus iglesias y plazas, es una especie de analgésico contra el tedio que se aconseja tomar en tres dosis: su Centro Histórico, Altavista y Chimalistac, uno por día y a paso lento para obtener mejores resultados.

El tratamiento tiene dos contraindicaciones: llevar auto e ir con prisa. De lo que se trata es de relajarse. Las reacciones secundarias son instantáneas y podrá verlas reflejadas en su ánimo.

El Carmen y San Jacinto: Entre lo santo y lo mundano

Si se trata de fe, en San Ángel se siente a cada paso. Y no sólo en sus iglesias, sino en los innumerables nichos habitados por vírgenes, santos, ángeles y arcángeles, colocados en las fachadas de sus casas, en sus fuentes y plazas; basta recordar que la historia de este antiguo barrio está ligada a la del Ex Convento del Carmen.

Pero no todo es santidad en este espacio sureño. En su geografía también abundan los lugares para los placeres mundanos. Restaurantes, bares, antros y cantinas pululan en Avenida de la Paz, Insurgentes y Altavista, e irrumpen en las mismísimas plazas del Carmen y San Jacinto.

Lo mejor para conocer estas dos caras de San Ángel caminando es iniciar el paseo por el lado religioso, en el Museo e Iglesia del Carmen y ceder de vez en cuando a las tentaciones.

Al traspasar la puerta del Ex Convento carmelita, a sólo unos pasos de la caótica y ruidosa Av. Revolución, la sensación es la de estar fuera de la gran urbe. Todo mundo parece emocionado por ver a las famosas momias (descubiertas en 1914 por tropas zapatistas), pero a medida que se avanza, la arquitectura, el arte sacro que se exhibe y la sensación de paz que despierta su laberíntica construcción, hacen que aquellas pasen a segundo plano.

Luego de esta bocanada de silencio y misticismo, lo más recomendable es tomar un descanso, y aprovechar para comerse unos churros en La Parroquia, a un costado del Ex Convento, o tomarse un café en el Starbucks de Avenida de la Paz.

Para seguir hacia la Plaza del Carmen y San Jacinto, no hay más remedio que cruzar Avenida Revolución. Una vez a salvo en la calle Francisco I. Madero, queda a la vista el Centro Histórico de San Ángel que, debido a su fama, suele estar atiborrado de gente, coches y franeleros los fines de semana.

Ahí se encuentran el Centro Cultural San Ángel, La Plaza del Carmen (donde sábados y domingos artesanos y artistas venden sus obras, igual que en la Plaza San Jacinto), edificios históricos como la Biblioteca de la Revolución, galerías de arte y tiendas de artesanías, además de restaurantes para todos los gustos, desde pequeños lugares como La Esquina del Té, hasta La Camelia de Noche, el Saks y La Fonda San Ángel, y lugares para bailar como el Mama Rumba.

Luego, está San Jacinto con su iglesia, su plaza (en la que hay una placa en honor del legendario Batallón de San Patricio, que fue ejecutado ahí), sus casonas antiguas, algunas convertidas en restaurantes, comercios o centros culturales, como el Isidro Fabela y la Casa del Risco; o la Casa del Obispo donde se venden artesanías de excelente calidad.

Calle arriba, lejos del bullicio del San Ángel turístico, las calles empedradas que fluyen como arroyos entre el caserío invitan a internarse en ellas para disfrutar de la arquitectura de estilo colonial que caracteriza a este barrio. Aquí el jardín particular no acaba tras los muros o las rejas de la casa, sino que se prolonga hacia la calle y se multiplica en jardines verticales en los que se derraman enredaderas y bugambilias.

Entre las calles que no debe dejar de recorrer están la del Árbol, Reina, La Santísima, la de la Amargura y el Callejón Licenciados.

La historia y la leyenda flotan en sitios como la Casa de los Licenciados (que perteneciera al liberal Luis Montes de Oca) y su pequeña plaza, frente a la que hay una residencia que, se cuenta, era un secreto manicomio donde ingresaban enfermos de familias ricas; la Casa de los Condes de Oplaca o Casa Blanca, la más antigua de San Ángel y escenario...

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