Pasean la cruda, tras el reventón

AutorOsvaldo Robles

Una alfombra de papeles destrozados tapiza las calles de lado a lado.

De la pólvora que ha estallado sin cesar durante horas, retumbando ventanas y activando alarmas de autos, incluso incendiando algunos, sólo queda el olor que se expande por el viento frío en medio de un inusual silencio matutino.

Es casi mediodía del primero de enero del 2010, pero la Ciudad se resiste a despertar tras los festejos de Año Nuevo.

Entre el caudal de vestigios de la noche anterior queda hasta la luna llena que comparte créditos con el Sol.

Las congestionadas arterias de la metrópoli hoy lucen desiertas y las cortinas de la mayoría de los negocios siguen abajo.

En las paradas de los camiones, algunas familias esperan el transporte -que hoy tarda más que cualquier otro día- para regresar a casa después de la fiesta.

Muchos aún lucen el vestuario con el que despidieron el 2009, las botas hasta la rodilla, los sacos arrugados y los peinados maltratados por una noche mal dormida.

Las ollas de menudo en los mercados y restaurantes concentran a los primeros trasnochadores, mientras que en las calles del Centro uno que otro camina zigzagueante, lidiando con los efectos de los excesos de la noche anterior.

"Está muerto todo ahorita", se queja un taxista, "pero al rato se compone esto".

El pronóstico se cumple conforme la tarde avanza.

Con la mitad de sus negocios cerrados, la Plaza Morelos recibe a cientos de...

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