Partidos Politicos: Los dilemas del PRD

AutorJuan Luis Hernández

El Partido de la Revolución Democrática vive una paradoja evidente respecto a su nombre. Se dice partido, pero carece de la institucionalidad necesaria para serlo y se conduce como movimiento social; apela a una revolución democrática, pero sus nociones sobre la democracia no terminan por estar claras y sus acciones y procedimientos internos se caracterizan por ser precisamente antidemocráticos.

A pocos días de cumplir 13 años de vida, el PRD se enfrenta a uno de los momentos más importantes y significativos de su corta pero intensa existencia: o da el paso definitivo que le constituya como fuerza partidaria o se quedará simplemente como grupo de presión.

El PRD no tenía otra opción para elegir a su dirigencia nacional que la que finalmente escogió. No podía repetir el método utilizado en 1999 (elección abierta a militantes, simpatizantes y ciudadanos en general) debido a las múltiples irregularidades que se derivaron y al poco control político sobre la heterogeneidad de los grupos que participaron. Tampoco podía optar por una elección cerrada (consejo o colegio electoral) pues eso no forma parte de la cultura política de los perredistas.

Se decidió por una alternativa intermedia que podríamos denominar abierta-acotada en la que sólo pudieran votar militantes corroborados en padrón. Para el contexto actual en la que el PRI se pronunció por el primer método y el PAN por el segundo, el PRD escogió la vía más correcta para sus circunstancias.

Todo terminó en un lamentable espectáculo. El PRD post 17 de marzo es una amalgama de desorganización, ineptitud, tribalismo, oportunismo, canibalismo. Se vive un estado de naturaleza donde prevalece la autoridad moral sobre la institucional, la costumbre a la ley, el caudillismo sobre los acuerdos, la imposición per se.

Los usos y costumbres políticas del PRD no pudieron ser diferentes a los que creó y recreó el régimen priista. Sólo que no tomaron de éste la capacidad de disciplina y organización necesarios entre los que ganan y pierden posiciones internas. En suma, una elección que era difícil pero no más que la del PRI terminó siendo la más deteriorada de las tres y con mayores costos políticos quizá que la de 1999.

Terminó la gestión de Amalia García, que de principio a fin mostró cómo se puede dilapidar un recurso político. Recibió al PRD con el 25 por ciento de la votación nacional y lo entregó con 8 puntos porcentuales menos. Si bien es cierto el balance perredista no es adjudicable a una sola...

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