Entre Paréntesis / Ese país rústico

AutorDavid Martín del Campo

Algo de nuestro pretérito está en esas mieses a punto de la cosecha. El paisaje habita en las carreteras, junto a ellas, y transitar varias horas mirando aquel azul inconmovible, aquellos rastrojales como derrotados, nos llevan necesariamente al México primigenio de nuestra infancia.

Eran los días de campo sin mayor sentido que asediar lagartijas entre las piedras, recolectar hongos de pasmosa pigmentación, imaginar la vida sin las rutinas urbanas, la televisión y el confortable baño.

Los viajes aéreos nos han hecho despreciar el paseo por carretera. Desde la ventanilla de un avión no se mira más que la cartografía reducida de los 21 mil pies de altitud. Es decir, no se ve, realmente, nada que no sea el trazo sinuoso de los riachuelos, los conglomerados de luz nocturna que suponemos rancherías, los signos permanentes de no fumar y abrocharse los cinturones. La cabina presurizada es una extensión de la oficina, una sala de espera, un gabinete estanco que nos conduce a otra cabina donde habremos de recoger el equipaje... y en medio los 700 kilómetros de realidad campirana que se quedarán en el limbo turístico de la nación.

Magueyales, huizacheras, campos en mitad del barbecho, un macizo de encinas, peñones que obligan a reconsiderar la génesis mineral de la vida misma. El campo ahí, al otro lado de la ventanilla, recordándonos la vileza artificial de nuestra neurosis urbana. "Verde, que te quiero verde...".

El viaje por carretera nos permite ese retorno ideal a la naturaleza. Ahí está la cosmovisión ranchera que nutrió, durante décadas, a la cinematografía nacional.

Se anuncia la curva y más allá está un campanario, una escuela rural y su infaltable cancha de basquet, un tractor roturando el campo de sorgo en lugar de las extintas yuntas, una laguna. Y las torres de alta tensión corriendo paralelas a la cinta de asfalto, los innumerables talleres mecánicos a lo largo del camino ofreciendo todo tipo de especialidades (balatas, carburación, servicio eléctrico, "talachas"), como un seguro popular interminable a cada legua. Hay una nueva "mecánica nacional" a lo largo de las autopistas y caminos, de modo que resulta difícil entender cómo ha sido el tránsito vocacional de esos rancheros transformados en expertos carburadores.

La transportación por carretera venció a los ferrocarriles mexicanos y la...

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