Entre Paréntesis / Esperando el crepúsculo

AutorDavid Martín del Campo

La leyenda afirma que aquí fue inventado el “coco loco”. Junto a esa quimera están las fotos de la “pandilla de Hollywood” –según se anuncia– que se reunía aquí cada invierno, pues en el vestíbulo del hotel Los Flamingos están los retratos de personajes épicos como John Wayne, Cary Grant, Roy Rodgers, Dolores del Río, Fred Mc Murray y Johnny Weismuller, el mítico “Tarzán” de nuestras mocedades.

Ese Acapulco ya no existe. Eran los tiempos en que la regata San Diego-Acapulco constituía el evento del año, y la goleta Siroco, de Errol Flynn, fondeaba frente al reluciente Club Náutico. Acapulco era un puerto de 50 mil habitantes, visitado por los turistas que se aventuraban por la carretera que en 1952 inauguró el presidente “míster amigo”, Miguel Alemán. Así llegaban a disfrutar del calor, las entonces maravillosas playas de Caleta (la “morning beach”), y Hornos (la “afternoon beach”), y por las noches paseaba por la Gran Vía Tropical (convertida luego en Avenida Costera) para visitar el “Bum-bum”, donde la atracción era el bongocero “Tabaquito”, cubano de origen. Había que llevar, rigurosamente, pantalón blanco y camisa floreada.

Todo giraba alrededor del fraccionamiento Las Playas, proyectado en la península que cierra la bahía de Acapulco y en cuyo vértice están los famosos riscos de La Quebrada, donde en 1936 Roberto Apac Ríos fue el primer hombre en lanzarse de clavado. Con el tiempo sería opacado por el campeón de la especialidad, Raúl García, “El chupetas”, quien pasó al Libro Guiness luego de contabilizar más de 37 mil clavados. Y el hotel Papagayo, y Las Brisas, y el Fiesta Americana, y el mítico Tequila a go-go, y el leno-cabaret La Huerta, y la guerrilla de Lucio en la sierra de Atoyac, y los paracaídas a 400 pesos alrededor de la bahía, y el burro alcohólico de La Roqueta, el yate Fiesta y la disco Baby-Oh. En veinte años el barrio antiguo y sus playas se lumpenizaron luego de que el turismo dolarizado se trasladara hacia la zona dorada, alrededor de Icacos. Cuando en 1999 el huracán Paulina arrasó el puerto, Acapulco era ya una urbe fuera de control, agobiada por la promiscuidad, revelada en el libro-reportaje homónimo de Ricardo Garibay.

En este acantilado, refrescado por la brisa y las bondades del agua tónica, esperamos el atardecer que otros, más livianos, han preferido aguardar en Pie de la Cuesta. En este hotel fue filmada, por cierto, la película Por la libre: una historia peculiar que, por cierto, se repite con no poca...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR