Paradojas del conflicto

AutorCarlos Martínez Assad

Primera

No era autorización para hacer la guerra en Iraq lo que venía solicitando Estados Unidos al Consejo de Seguridad de la ONU, sino invadir al país por tierra con dos objetivos: tomar Bagdad y derrocar a Saddam Hussein así como al partido Baaz que lo apoya, para posesionarse de sus recursos petroleros.

Sin embargo, en el Golfo Pérsico se juega mucho más, como lo es el destino de una gran región en términos históricos: Medio Oriente, la puerta de Asia.

Desde esa perspectiva Estados Unidos y sus aliados (eufemismo para referirse a Inglaterra y Australia) buscan un cambio tan brutal como fundamental en el orden internacional, al afianzar el poderío de la potencia hegemónica más allá de lo que se reconoce como Occidente para asegurar su dominio económico y político en la región más rica en hidrocarburos.

Si la caída de Constantinopla en 1453 significó la imposición de fronteras entre Oriente y Occidente, barriendo con herencias culturales griegas y romanas que habían afianzado el vínculo entre los dos continentes, la invasión a Iraq está destinada a cambiar la región en términos geopolíticos, en una estrategia alentada después de los trágicos acontecimientos del 11-S, que justificó el control de Afganistán.

Los parangones históricos son varios, pero se viven todavía las consecuencias de lo ocurrido al finalizar la Primera Guerra Mundial y al desmembrarse lo que fuera el legendario y poderoso Imperio Otomano. En 1919 las potencias de entonces, Inglaterra, Francia, Estados Unidos, Alemania y la Unión Soviética acordaron el destino de la región. Sentados sus representantes frente a un escritorio movieron fronteras, distribuyeron poblaciones e impusieron criterios ajenos para evitar la unión cultural por lazos de identidades étnicas y religiosa.

La enorme presencia de musulmanes atemorizaba ya a los occidentales y, cómo no, si todo intento de control -desde que Napoleón invadió Egipto- terminó en derrota para los europeos que, pese a todo, regresaban a sus países con los bolsillos llenos y con los tesoros que atestiguaban el esplendor de las más antiguas civilizaciones.

La intervención imperialista al finalizar la Gran Guerra neutralizaba a Turquía que se modernizaba rápidamente con el movimiento encabezado por Ataturk desde Anatolia.

Gran Bretaña se llevaba muy buena tajada al imponer su mandato sobre Palestina, Jordania, Iraq y Kuwait. Por su parte, Francia controló Siria y Líbano. La extensa región kurda era reducida a un mínimo territorio...

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