ENTRE PARÉNTESIS / No besarás

AutorDavid Martín del Campo

La actualidad obliga. En cosa de una semana todo mundo se ha vuelto especialista en epidemiología, al grado que sabemos ya la diferencia del virus de la influenza estacional y del nuevo microbio que mutó a partir de los cerdos asiáticos. Desde los inicios de la pandemia del sida, en 1984, que la paranoia mórbida no arrebataba de ese modo nuestra atención. No es cosa de risa, dicen algunos, esto es sólo el principio.

El problema reside en que nos desacostumbramos a las epidemias, las epidemias en forma, como golpeaban antaño. El tifus, el "vómito negro", la viruela, por no mencionar la legendaria peste de los oscuros tiempos del medioevo. Enfermedades cuyos misteriosos "miasmas" diezmaban en verdad ciudades, comarcas, y los primeros en desertar eran los sepultureros.

Para nuestra fortuna las cosas cambiaron para mejor al transcurrir el siglo 20. Con la invención de las vacunas y el descubrimiento de la penicilina, fue posible que en cosa de tres generaciones la población humana tuviera un crecimiento exponencial.

Hay quienes aún recuerdan el anuncio comercial de los años 40 que subrayaba aquello de que "veinte millones de mexicanos no pueden estar equivocados", ahora nos hemos multiplicado por cinco, seguimos en el desconcierto, y a ratos parece que ya no cabemos.

La verdad es que el uso indiscriminado de los antibióticos (que por cierto ha reforzado muchas cepas microbianas) ha permitido igualmente la pervivencia de muchísimos niños que antes subsistían de manera azarosa. Matrimonios que tenían siete hijos, y les sobrevivían tres... o dos. El laboratorio del doctor Alexander Flemming, ya lo decíamos, vino a cambiar el panorama demográfico a partir de los años cincuenta en que los subproductos del hongo penicillium comenzaron a ser distribuidos por todas las latitudes.

Hoy estamos pagando, un poco, esa molicie. Como las epidemias eran cosa del pasado, de las películas, de las enciclopedias, nos deshabituamos al hecho de vivir a salto de mata (hablando en términos históricos) huyendo del asedio de los microbios...

Gérmenes de ciclo estacional, que no perdonan. Están ahí, siempre han estado, y cuando el virus evoluciona y modifica su estructura genética, nos topamos con una nueva enfermedad que amenaza con propagarse a ritmo...

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