Entre Paréntesis / Expulsados del Edén

AutorDavid Martín del Campo

El destierro del Paraíso obligó al trabajo. Antes, cuando vivíamos de coger mameyes tumbados en las hamacas -relata el Génesis bíblico- no había necesidad de sudar para la sobrevivencia. El edén (lo recuerda el diccionario) era eso: el jardín de las delicias donde Dios colocó a Adán y Eva, tan honestos, hasta que lo desobedecieron. Las imágenes recientes de Tabasco inundado guardan una reminiscencia bíblica: familias angustiadas ante la paradoja de abandonar la casa medio cubierta por las aguas o permanecer en ella custodiando los bienes ante la amenaza del saqueo.

La melodía de Pepe del Rivero, que es como un himno regional, de pronto ha cobrado un absoluto contrasentido. Aquélla que festejaba "ven, ven, ven; vamos a Tabasco que Tabasco es un edén", porque el infierno, está más que visto, también asoma cuando el torrente serrano fluye desbordando cauces y mesuras. Adán y Eva, al menos, comieron del árbol prohibido, pero los cientos de miles de tabasqueños desalojados qué, ¿habrán de pagar así por las trampas deportivas de su delirante ex gobernador?

La aberración se magnifica al considerar que el País está clasificado como un territorio árido, o semiárido, en el 80 por ciento de su extensión. La complicación viene porque la foto de la peor de las sequías no resulta tan dramática como la de una familia rescatada en un techo a punto de ser cubierto por las aguas. Mucho antes que el cambio climático fuera materia de análisis, en mi libro de geografía se explicaba la realidad climática del País señalando, por ejemplo, que en la península de Baja California el registro pluviométrico es de 50 milímetros anuales, mientras que en el sur de Tabasco, digamos Tenosique, el registro de lluvias va de 3 mil 500 a 4 mil milímetros... ¡Cuatro metros de agua!, un permanente Macondo donde no dejó de llover, dicen, durante cuatro años, once meses y dos días.

Es lo que contestaba el poeta Carlos Pellicer cada vez que emprendía un viaje a su natal Villahermosa. "No, no voy a mi tierra... voy a mi agua", porque es cierto: la entidad está clasificada como un territorio colmado de pantanos, donde el crecimiento urbano fue exponencial a partir de los años...

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