ENTRE PARÉNTESIS / Berlín uno, Berlín dos

AutorDavid Martín del Campo

El tren había salido de la Estación Norte y con el traqueteo nocturno fue sencillo olvidarnos de París. Las mochilas pesaban, a pesar de nuestros 22 años, y el boleto de Euro-Rail debía ser exprimido, así fuera durmiendo en los vagones. El viaje tenía algo de heroísmo, por lo menos de estoicismo, y para no abandonar la rima nos dirigíamos al comunismo.

Un primer tour a Europa no podía dejar de lado Berlín, y el contacto aquel para entrevistarnos con ese escritor de apellido Skármeta. ¿No es muy complicado visitar la RDA?, preguntábamos. Ya nos lo habían explicado en nuestro torpe francés, que al llegar a Berlín debíamos abandonar el tren en la estación X, porque el convoy se incorporaba al Metro y en ese punto pasaba "al otro lado". Y ocurrió. En la FriedrichStrasse se bajan casi todos los pasajeros y yo le digo a Enrique: "Oye, se me hace que es aquí", pero él dijo "no, cómo crees, esta no es una estación a la altura de Berlín". Después, involuntariamente, llegamos al "otro lado". Los policías, antes azules, ahora vestían de verde y comenzaron a gritar "¡Raus!" y así, por las buenas, descendimos en el socialismo. Gris, todo gris, y las miradas atónitas ante ese par de mexicanos despistados que se disculpaban mostrando su pasaporte a los agentes que requerían quién sabe qué en el idioma de Goethe. De pronto se deja venir una gruesa comandanta y sin preguntar nada nos empuja en el primer vagón de retorno al capitalismo.

Pero éramos necios y tres días después hubimos de regresar. Cerca del famoso Checkpoint Charlie hicimos el trámite aduanal. La condición era cambiar 20 dólares por marcos de la RDA a razón de cuatro por uno. Pero unos pasos después del puesto nos abordan unos chavos punk del socialismo real ofreciéndonos todos los marcos del mundo a razón de 20 por dólar... de modo que ese día fuimos, por primera vez en Europa, gente decente. Con los bolsillos abultados, lo primero fue dirigirnos a un restaurante, abjurando de las pizzas. Había que comer como Dios manda, con manteles, así que preguntamos a la sonriente mesera: "Do you speak english?" No. "Parle vous français?" No. "¿Español?" Tampoco. Así que tomamos una servilleta y le dibujamos una gallina, una vaca, luego una olla, una estufa y una...

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