Ante un panorama desolador

AutorHugo Hernández

Es indudable que el crecimiento que la Muestra de Cine Mexicano en Guadalajara se propuso desde hace algunos años apunta en una dirección un tanto artificial, pero no ilegítima, porque a pesar de las críticas, el evento crece, y lo hace para bien.

En sus orígenes, la muestra cumplió una función fundamental: a mediados de los 80, el espectador nacional no se asomaba a su cinematografía ni por error. Sin embargo, ante la abrumadora mediocridad que habitaba a la escasa producción de aquella época, el cinéfilo no tenía la oportunidad de constatar la evolución de aquellos que seguían manteniendo el ánimo de hacer un cine de calidad.

La generación heredada del periodo echeverrista (Fons, Leduc, Hermosillo, Cazals, Ripstein), cuyo cine no ha dejado de reflejar su circunstancia y los intereses del público, se enfrentaban a la escasez de pantallas para sus películas. Para las generaciones siguientes, el paisaje era aún peor, al grado de que se frustraron, casi al nacer, prometedores talentos.

Con el paso de los años, la muestra cobró importancia y se convirtió en un foro apreciado por los creadores y por el público. Aquí vimos el despegue de Carlos Carrera, de Guillermo del Toro, de Alfonso Cuarón. La organización congregaba personalidades locales e internacionales que tarde o temprano abrirían las perspectivas de los cineastas: la asistencia de gente de festivales internacionales, de distribuidores, de compradores, hacía posible la circulación de sus películas.

Es cierto que no le toca todo el mérito, pero la muestra contribuyó a que la cinematografía nacional recuperara parte del terreno perdido en el mercado.

El camino que ha seguido la muestra es ascendente, su crecimiento ha sido constante. Acaso eligió un destino que obedece más a la megalomanía de sus organizadores que a un curso natural, pero es una dirección que no va a cambiar: la muestra quemó las naves y es impensable retomar el camino de regreso. Así, dejó de ser un evento cultural (entendido en los términos de apertura, de difusión e inclusión) para convertirse en un festival de carácter internacional, sustentado en la competencia y con reglamentos restrictivos y excluyentes. Esta voluntad es tal vez censurable, pues reduce significativamente la presencia de las producciones nacionales, pero no es irracional ni visceral. La respuesta está en el viento.

La materia prima de la muestra ha sido el cine mexicano, pero el panorama actual, consecuencia de una desatención acumulada, es...

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