Pánico Escénico / Obreros del teatro

AutorJosé Ramón Enríquez

Escribo estas notas un martes 18 de julio. Setenta años después de que Franco se alzara contra una República legalmente constituida y ensangrentara España con la Guerra Civil. Después la saquearía y la "depuraría" en una posguerra despiadada y, pensando en la eternidad, soñaría con dejarlo todo "atado y bien atado" para cuando él faltase. Afortunadamente los dictadores no son eternos. Ninguno, en ninguna circunstancia y en ninguna geografía. Y afortunadamente los españoles supieron construir inteligentemente su transición, para no retornar nunca a aquel 18 de julio de infeliz memoria.

En estas notas sólo recuerdo de pasada el año de 1936 porque soy de quienes no tienen derecho a olvidarlo. Pero valdrá la pena escribir sobre las cicatrices que dejó esa guerra en el teatro español. Ahora quede tan sólo un recuerdo amargo y una enésima maldición a la memoria de los asesinos.

Quiero referirme aquí a otro aniversario. El que se celebrará el 22, en el Auditorio Cívico del Estado, con el estreno en Sonora de El último vaquero, de Sergio Galindo, monólogo actuado y dirigido por él mismo. El estreno conmemora sus 35 años sobre el tablado.

Treinta y cinco años de construir en el desierto de Sonora. Desde cortar la madera y lijar las tablas de la escena para luego unirlas, dirigirlas, y ver (¿cuántas veces?) cómo llegaban catástrofes naturales o malas voluntades humanas a quemarlo todo. Y a empezar otra vez. Siete lustros de sudor y talento como auténtico obrero del teatro.

En estos días, cuando se grita mucho pero se entiende poco sobre eso de la izquierda, cuesta un poco hablar del artista como de un trabajador. Lo hago porque creo en ello profundamente aunque no lo sustraigo del ámbito de la magia. Talento, liturgia y trabajo comparten un lugar en el hecho escénico. Gente como Sergio Galindo lo testifica.

En el arte, también se transforma efectivamente la realidad y también se conoce el hombre. Recuerdo al decir esto al joven Marx. El hombre se "objetiva" en su trabajo. Usa un término más hegeliano que nos llevaría a otras disquisiciones y, por eso, escojo uno más simple, con el mismo sentido: se conoce en su trabajo y en él transforma la realidad, que son las dos caras del sentido último del ser humano: conocerse y transformar.

Con todo en...

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