Pandilla de 'loosers'

AutorErnesto Diezmartínez

No debí haberlo hecho. Pero no había otra salida: ¿cómo escribir la reseña del más reciente filme de los hermanos Coen, El Quinteto de la Muerte (The Ladykillers, 2003), sin revisar de nuevo la película original, ese gran clásico del humor negro llamado, precisamente, El Quinteto de la Muerte (Mackendrick, 1955)? Las comparaciones no pueden evitarse. Al hacer un "remake" de la cinta más conocida de la casa Ealing, los Coen apostaron demasiado fuerte. No sólo estaban obligados ellos a hacer un filme que le hiciera justicia a aquella inolvidable y cruel comedia de asaltos, crímenes y ancianitas indestructibles, sino que el reparto tenía que cargar con un fardo aún más pesado.

Tomemos el caso de Tom Hanks. Sin duda, Mr. Hanks es un actor de talento, pero su extravagante profesor Goldthwait Higginson Dorr, Ph. D., queda demasiado lejos de su similar, encarnado por Alec Guinness. Ahí donde el británico logró crear a un siniestro, untuoso y amabilísimo criminal -la primera imagen que vemos de él en la cinta original nos recuerda a un bien vestido Nosferatu-, Hanks nos entrega, en su lugar, la imagen de un excéntrico declamador de Poe con risita de comadreja que, la verdad, causa más extrañeza que miedo. Pero peor le va al resto del reparto: para el personaje más joven, interpretado en el filme original por Peter Sellers, los Coen nos dan a ¡Marlon Wayans!, de la serie Scary Movie. ¿Hay que decir más?

Lo más alarmante de todo es que la cinta no tiene ningún sentido. El filme original era un sarcástico comentario acerca de los más rancios valores británicos: la flema, la sobriedad, la puntualidad, el cuidado de las apariencias. En esta nueva versión, los Coen trasladan la trama del Londres de los 50 al sur...

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