Lo que la pandemia nos enseñó

AutorIsrael Sánchez

El segundo año del Covid-19 ha dejado aprendizajes y muchas preguntas por delante. Filósofos analizan la importancia de replantearnos nuestro sentido de la existencia y de lo que consideramos valioso, y, sin minimizar las dificultades y carencias individuales y sociales, abrirse a la posibilidad de construir espacios de reflexión y acción.

  1. El trauma de la 'panguerra'

    Buscando surcar favorablemente a través de la oscura tempestad que ha sido la pandemia de Covid-19, cuyo oleaje violento pareciera inagotable, muchos navegantes arribaron al buen puerto de Gabriel Schutz (Montevideo, 1973).

    Dicho en otras palabras, las sesiones de acompañamiento filosófico que ofrece el doctor en filosofía y escritor, experto en las -así acuñadas por él- "éticas de la serenidad" del periodo helenístico (estoicismo, epicureísmo y escepticismo), así como en budismo y taoísmo, se vieron de súbito llenas durante la contingencia.

    Repletas, claro, de aquellos que necesitaban compartir ideas, afecciones y sentimientos en estas consultas donde el uruguayo ejerce un trabajo de examen de las creencias y valores, y de la manera en cómo se interpreta la vida de la persona en cuestión, de las circunstancias que está viviendo y su propia biografía, a la luz de tales tradiciones filosóficas.

    No siempre era claro si su aflicción era a causa de la pandemia o no, pero muchas veces era explícito. Y llegó gente deprimida, no poca, "cuyo sentido de vida estaba socavado", dice Schutz, para quien la depresión tiene que ver, esencialmente, con la pérdida de ese sentido que sostiene a los individuos.

    "Es, fundamentalmente, un problema existencial: la persona es incapaz de encontrar un sentido a su existencia; o el sentido en el que había fundado su existencia, súbitamente o no súbitamente, se fatiga, desaparece o se revela falso", define en entrevista el filósofo radicado en México hace cerca de 18 años.

    "Eso es un poco lo que pasó en muchos casos: personas que estaban depositando valor y sentido en ciertas actividades, ocupaciones, relaciones, de golpe perdieron eso, o no lo perdieron, pero cambió la modalidad; o la posibilidad de tener tanto 'tiempo libre' -entrecomillas- les hizo reflexionar y darse cuenta que no era lo que en el fondo (estimaban)".

    Y es que, remarca, algo interesante que ha sucedido con esta contingencia global que se ha prolongado por casi dos años es que ha sido como una detención forzada, y como tal no sólo es una oportunidad sino que básicamente constituye un prerrequisito para poder observar con claridad; "ver claro qué es la naturaleza última de lo real".

    "Dado que la pandemia forzó a la gente, a todos nos forzó a detenernos, para muchos representó la oportunidad de ver claro, aunque sea ver claro las miserias, las cosas que no estaban bien; o ver claro las cosas que se abrían, las posibilidades, cuestiones más contemplativas, espacios que no habían sido ocupados o habitados y súbitamente proporcionaban una condición placentera o gozosa".

    Aunado a todo esto, otra cosa que se hizo manifiesta durante el acompañamiento del filósofo fue el miedo, que, destaca Schutz, es un tema interesantemente filosófico: el miedo a la muerte, el miedo a la enfermedad, "el miedo a que se desfonde aquello en lo que descansa la vida, también materialmente; justamente se pone de manifiesto la fragilidad de la vida".

    Como lo planteara en ¿De qué son tiempos los tiempos de emergencia?, una reflexión de mayo del año pasado, lo que sucede es que emergen "las condiciones básicas de la existencia", que en realidad siempre han estado ahí, latentes, pero en tiempos de mucho o aparente bienestar, o de mucha distracción también, se olvidan.

    "Es decir, siempre hemos sido mortales; siempre los viejos fueron más frágiles -en principio, la vejez es una etapa de fragilidad física, eventualmente mental-; siempre fuimos susceptibles a la enfermedad y a la vejez, claro. Esas son las condiciones básicas", expone el uruguayo, profesor en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.

    A decir suyo, si uno ha tenido una consciencia activa de esas condiciones y ha elaborado esos problemas fundamentales del ser humano -es decir, si se tiene consciencia de que hay que hacerse cargo de la existencia y que morir es inevitable-, la pandemia puede no haberlo tomado tan mal parado.

    "Pero para mucha gente fue eso, y entonces súbitamente apareció mucho miedo", recalca. "Para muchos quizá fue como: '¡Guau! ¡Resulta que tengo 28 años y me puedo morir!, y no de sobredosis por ser un rockstar, sino por un pinche virus'".

    Depresión, miedo, pero también soledad, tristeza y muchas otras aflicciones. Al final, todas ellas parte de esto que perdurará, estima Schutz, por largo tiempo.

    ¿Cómo si fuera una guerra?

    Es como si fuera una "panguerra". Como trauma que es, se va a quedar por mucho tiempo. Vamos a ver cómo lo elabora la humanidad.

    ¿Se traducirá esto en una forma distinta de vivir?

    Aprendizaje... Yo qué sé, la humanidad es necia.

    "Dado que la pandemia forzó a la gente, a todos nos forzó a detenernos, para muchos representó la oportunidad de ver claro, aunque sea ver claro las miserias, las cosas que no estaban bien; o ver claro las cosas que se abrían, las posibilidades, cuestiones más contemplativas".

    Gabriel Schutz, filósofo y escritor

  2. La existencia al límite

    Si pensáramos en la pandemia de Covid-19 como un conflicto bélico -esa "panguerra"-, el total de víctimas que ha cobrado la posicionarían cerca de los más letales, o al menos como el peor desde la Segunda Guerra Mundial.

    Sus más de 5 millones de vidas oficialmente arrasadas en el mundo, hasta ahora, representan prácticamente el doble de la cifra de vietnamitas caídos en la guerra de Vietnam; y la ascendente cuenta día a día se aproxima sigilosamente a los 10 millones de muertos estimados de la Primera Guerra Mundial.

    No obstante...

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