El Paladar Viajero/ Hedypátheia o la buena vida

AutorLuis Marcet

Entre las poesías gastronómicas que se escribieron unos 300 años antes de Cristo, está la de Arquéstrato de Gela, del que se conservan un poema de 300 versos; así como de Ateneo, con su poema Hedypátheia, que equivaldría al concepto actual de la buena vida.

La buena vida es un posicionamiento personal que en principio no tiene que ver con la riqueza. A los 17 años encontré en la parada del autobús, frente a la Facultad de Derecho, de donde salía, entre el suelo de arena húmedo, un billete de 100 pesetas.

En casa me daban 25 pesetas a la semana y aquel billete inesperado me llevó a meditar. En aquella época había un restaurante llamado La Leridana, cuyo cubierto de cinco platos costaba 25 pesetas.

La meditación fue breve e invité a tres amigos a comernos el extenso cubierto. Era comer fuera de casa y, lógicamente diferente. Era, también, la primera vez que invitaba a unos amigos a comer "fuera".

Entre los otros tres cooperaron para el vino y el carajillo. La pasamos bomba.

Tiempo después, salíamos de la Congregación, e íbamos a comer a lugares a la altura de nuestro presupuesto, pero que cubrían, sino colmaban, nuestro espíritu aventurero y gastronómico. Porque no hay gastronomía sin aventura, ya que se descubren lugares muy especiales, pero también se conocen otros execrables.

En aquella época, aún franquista, para que se ubiquen en el tiempo y el espacio, al "grupito" nos fascinaba el Cine Forum y el Teatro Forum. Eduardo Mendoza, el famoso escritor, colaboraba con nosotros en el tema teatral, en donde presentábamos Los árboles mueren de pie, de Alejandro Casona; Calígula, de Albert Camus; y Esperando a Godot, de Eugene Ionesco.

En cine pasábamos a escondidas el Acorazado Potemkin, entre otras películas prohibidas, como alguna de Luis Buñuel.

Saliendo de estas performances nos íbamos a cenar a algún lugar clásico, otra vez de acuerdo a nuestros presupuestos a alguno nuevo o viejo que alguien recomendaba.

En aquellas épocas, in illo tempore, probamos por primera vez en el Hostal del Tinell, en Barcelona, desde luego, el esturión fresco, que en aquella época venía del río Guadalquivir.

Décadas después, o sea hasta ahora, tras limpiar la polución de este río, ya vuelve a haber esturión con su respectivo caviar, que es excelente.

Entre los amigos hicimos...

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