Palabra y fe / Escuchar a Dios

Pbro. Marcelo Varela

En la vida, desde que se nace hasta que se muere, existe un proceso, camino que sirve de escuela, de manera que cada día que se vive se convierte en patrimonio de experiencia que se atesora como fuente de referencia para situaciones posteriores.

Y si bien es cierto que la experiencia se traduce en conocimiento, también es verdad que no es la única fuente. A ésta se le suma abundancia de información adquirida por los sentidos, sin descontar aquel conocimiento al que llegamos por intuición.

De manera que tanto nuestro acervo intelectual y la respuesta que damos a los estímulos que nos presenta la vida cotidiana son el resultado de una compleja mezcla de experiencias, conocimientos, deducciones y percepciones que explicarían el por qué actuamos así, y no de otro modo.

Pero en medio de toda esta complejidad y suma de factores existe algo esencial, que no cambia y da unidad a lo que somos, algo que nos hace ser esta persona y no otra, lo que conforma nuestra identidad; algo que no podemos cambiar aunque cambiemos nuestro nombre, documentos, lugar de residencia o, incluso, nuestro físico. Soy un ser humano, único e irrepetible, con experiencias únicas y circunstancias particulares, y aunque no desee serlo... eso soy.

Aunque no lo sepamos, aunque no lo queramos aceptar, aunque lo rechacemos, Dios nos ama. Y su amor no está condicionado a edad, sexo, raza o posición económica: Dios nos ama, incluso aunque no lo deseemos. Y ésta es la verdad: Dios, Padre de todo...

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