Palabra y fe / El buen samaritano

Marcelo Varela

Con frecuencia nos encontramos en la situación en la que se nos presenta la oportunidad de ayudar a alguien de alguna forma: un consejo, una limosna, palabras de aliento. Cosas que por lo general no nos cuestan mucho en cuanto a esfuerzo, y por lo general lo hacemos, ya que es relativamente sencillo.

Ayudamos de manera inmediata con unos cuantos pesos y tranquilizamos nuestra conciencia porque nos decimos a nosotros mismos que ya hemos ayudado, porque nos decimos que ya salimos al encuentro de nuestro hermano necesitado, porque buscamos precisamente eso: ayudar sin involucrarnos, ayudar siempre y cuando no me quite más que unos minutos o tal vez segundos.

En la parábola del Evangelio de hoy, que conocemos como la del "Buen Samaritano" Jesús nos explica en unas cuantas frases cuál es la forma idónea de ayudar al hermano necesitado: saliendo a su encuentro.

Sí, la caridad cristiana exige del que practica la buena obra el interesarse en su hermano, ver en el que extiende la mano para pedir una ayuda al mismo Cristo. Y es entonces cuando se completa el círculo de la verdadera comunión, cuando Dios Padre providente se hace presente en el rostro del que se desvía de su camino para acercarse e interesarse en el...

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