Página Tres/ Pongan un alto a los dispendios

AutorRicardo Omaña del Castillo

Pongan un alto a los dispendios

Alguien debe detener, pero ya, el despilfarro de los dineros del pueblo que hace el Gobierno en campañas publicitarias, con el exclusivo propósito de promover y darle lustre a una imagen que no ha sido capaz de abrillantar con obras y servicios. El Congreso del Estado debe modificar la Ley para que la Tesorería del Estado deje de ser una caja chica para satisfacer los caprichos, las presunciones o arrogancias del Gobernador en turno. En una sociedad con múltiples carencias, sectores marginados a quienes se les regatea ayuda porque supuestamente "no hay dinero" para ir en su auxilio, resulta por demás ofensivo e inmoral despilfarrar el dinero que sí hay en onerosas superficialidades como esa de publicitar victorias administrativas que para los ciudadanos son un mito. Se dice, no sin razón, que el Gobierno dilapida el dinero de los contribuyentes en este tipo de campañas porque pretende influenciar el voto de los ciudadanos en las elecciones del año próximo, cuando se elija al próximo Gobernador. Peor aún si tal cosa es cierta, pues equivaldría a usar los dineros de todos para beneficio electorero de un partido. No sé lo que piensen otros ciudadanos, pero a mi me parece que en estos mordiscos al presupuesto en aras de vanidades políticas subyace un cierto tipo de corrupción, pues el engreimiento del gobernante nunca ha sido prioritario en el arte de gobernar. El Gobierno del Estado no es un supermercado. No vende jabones, ni perfumes, ni productos lácteos, refrescos o papel sanitario. Por lo tanto, no tiene por qué tirar el dinero en anuncios que ningún beneficio le producirán a la sociedad. ¿Conoce usted a una empresa que invierta su dinero en publicidad, no para vender su producto, sino para divulgar o propagar exclusivamente la linda cara del gerente? Nadie se opone por supuesto a que los panistas compitan en publicidad con los detergentes maravillosos o las fórmulas mágicas para adelgazar, siempre y cuando lo hagan con si dinero, y no con el dinero de la sociedad. No es este desde luego el primer caso de dilapidación del erario. Ya el ex Alcalde Chema Elizondo nos dio una muestra de su prodigalidad con dineros ajenos. Los regiomontanos recuerdan sin duda los murales que este señor distribuyó en toda la Ciudad, con la fotografía de su sonriente rostro como motivo principal. ¿Qué les pasa? ¿Será que estos señores están obsesionados en comprar el voto de los ciudadanos, pero con recursos que no son suyos? Así...

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