Pagas o fuego

Daniela Guazo

MÉXICO, D.F., julio 12 (EL UNIVERSAL).- Cuando una camioneta de lujo con más de cuatro hombres llega a un negocio, los dueños y empleados saben lo que significa. La operación es simple: descienden del vehículo, preguntan por la persona a cargo y entregan un papel con una cantidad escrita. Desde ese momento forman parte de la lista de lugares que tienen que pagar derecho de piso al crimen organizado.

El negarse puede traer diferentes consecuencias: homicidio, secuestro o quema del negocio. La escena es conocida para muchos empresarios de la República mexicana. De 2008 a 2015 la prensa ha documentado por lo menos 230 incendios, en 23 estados, en los que estuvo implicada la delincuencia organizada.

El delito siempre tiene la finalidad de destruir, el móvil es lo que puede variar.“No pagó, se queda sin local. El segundo es: este negocio es de la competencia, acabamos con ellos. Y el tercero, incendiamos para distraer o contener al gobierno como forma reactiva”, dice el experto en seguridad Gabriel Regino.

Gimnasios, papelerías, talleres mecánicos y hasta pequeñas cafeterías están en la lista de los locales que han sido incendiados por el crimen. Desde entonces, cada año se han registrado, en promedio, 30 incidentes de este tipo.

Más de 80 negocios han sido quemados en ese lapso de tiempo. Además de 35 centros nocturnos y 16 restaurantes en todo México.

Desde hace seis años y medio, las alarmas comenzaron a prenderse en diferentes zonas del territorio mexicano. Ciudad Juárez fue una de las principales. Los empresarios comenzaron a vivir las secuelas de la extorsión.

Javier, quien pidió cambiar su nombre por seguridad, vivió fuera de México hasta 2009. Tenía cuatro negocios en esta ciudad fronteriza y podía dirigirlos a distancia sin problema. Hasta que uno de sus empleados lo llamó para describirle una escena que él sólo había visto en series criminales de televisión.

Le informaron que un grupo armado llegó a las ocho de la mañana a uno de sus comercios y con palabras altisonantes exigieron la presencia del dueño y el pago por derecho de piso para dejarlos trabajar. La amenaza fue clara: si no pagaban, regresarían a matarlos.

Forzado por la situación tuvo que regresar al país. Diez días después de su llegada, varios sujetos llegaron en una camioneta hasta uno de sus locales y rociaron el lugar con gasolina. El fuego sólo dañó una pequeña área. El empresario no relacionó este hecho con las amenazas anteriores,hasta entonces la...

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