Le pagaban $150

AutorVania de Dios

El paso de los años no sólo se ve en las calles de la ciudad sino también en sus muertos. María del Carmen Rubio Anaya, ha sido testigo desde hace 52 años del deceso de miles de personas.

Carmelita, como se le conoce, es secretaria en el Servicio Médico Forense, a donde llegó por primera vez cuando tenía 21 años de edad. En ese entonces ganaba 150 pesos mensuales.

"Un médico, que era amigo de la familia, me invitó a venir a este trabajo. Me decía que siempre había puros hombres aquí y que querían contratar también mujeres", comenta.

Su examen para quedarse con el trabajo consistió en presenciar una autopsia y tomar el dictado del médico. Carmelita apuntó en taquigrafía las heridas y causas de muerte de la persona, luego las transcribió.

"Los primeros meses fue muy pesado porque yo no estaba acostumbrada a estas cosas ni al olor ni a ver muertos, mucho menos desnudos, pero ya poco a poquito (me acostumbré)".

Sentada detrás de un escritorio, Carmelita ha transcrito miles de expedientes de personas que han fallecido durante los últimos 50 años. Hoy la tecnología llegó a sus manos y cambió su máquina de escribir por una computadora.

"Le batallé muchísimo porque yo no estaba acostumbrada a las computadoras", dice y se ríe, "pues ya me acostumbré. Es más fácil aquí. Cuando me falta algún dato, para no repetir todo, nada más modifico un renglón".

Carmelita nació en Guadalajara el 11 de junio de 1930, cuando la ciudad llegaba hasta la calle de Ramos Millán.

"Ahí estaba la terminal de los camiones Oblatos-Colonias, que era una de las tres rutas que había en Guadalajara", cuenta la señora y dice que los camiones no se parecían a los de ahorita.

Vivió en el sector Reforma y, después en Santa Tere donde le gustaba jugar softbol.

"Es parecido al beisbol, nomás con pelota grande. Soft quiere decir aguada. Pelota grande", explica Carmelita, "se jugaba en la escuela con un bat, con una bola grande".

Las muñecas nunca fueron de su agrado y, además, sus papás no acostumbraban comprarle monas. Durante su niñez únicamente tuvo una, con cabello que parecía natural.

"Una, me recuerdo, en 1935. Era una de celuloide. Esa fue la única que tuve. Chinita, de ojos azules, bien bonita, igualita como las que hay ahorita nomás que de material de plástico duro".

Su papá falleció cuando ella tenía siete años de edad. Aunque su mamá quedó viuda y a cargo de sus cinco hijos, siempre fue una mujer estricta que nunca los golpeó, asegura María del Carmen.

"No, nada. Nunca me...

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