Pacto de Lobos: Agrega estética al gore

AutorRafael Aviña

Paralelo a la Historia con mayúscula, coexiste con ésta, una historia oculta que se alimenta desde las sombras, a través de la superstición y el miedo, y en la que caben mitos, leyendas y un folclor fantástico que en ocasiones acaba por imponerse en esa Historia oficial armada por la razón y la moral de quienes detentan el poder. Con esa premisa en mente, el cineasta Christophe Gans elabora un fascinante filme de una cinefilia notable, a medio camino ente lo real y lo fantástico, en el que ambas líneas se nutren y se rechazan de manera natural y sorprendente.

Pacto de Lobos (Le Pacte des Loups, Francia, 2001), consigue agregar una nueva dimensión al cine de horror gótico, al tiempo que ejemplifica el extraordinario momento por el que atraviesa la resurrección del género en Francia con cintas como Vidocq, dePitof, o Trouble Every Day, de Claire Dennis.

Más sorprendente aún es que Gans, autor de una brevísima filmografía que incluye uno de los tres relatos de Necronomicón. La Maldición (1993) y el thriller místico Lágrimas de un Asesino (2001), haya sido capaz de desarrollar un filme de gran aliento épico y mítico, quizá un tanto sobrado de metraje -143 minutos- y con ciertas concesiones estilísticas que hacen ver a las secuencias de acción de Matrix y El Tigre y el Dragón fuera de ritmo; por si fuera poco, le ha otorgado un papel decoroso a un actor de tercera como Mark Dacascos, protagonista de varios y anodinos filmes de acción y artes marciales serie B.

El trasfondo histórico de Pacto de Lobos se ubica en una época particularmente intensa en la historia de Francia, debido a las tensiones entre el poder eclesiástico y feudal contra la monarquía y, en medio de ambos grupos, el pavor y la miseria del pueblo, azotado por otra plaga más terrible e inmediata: el furioso ataque de una inmensa bestia que devoró a más de cien campesinos, incluyendo niños y mujeres, en la zona boscosa de Gévaudan entre 1764 y 1767.

Las teorías, que iban desde el ataque de un hombre lobo hasta la presencia de un oso colosal, están documentadas en decenas de libros y, de hecho, el propio Luis XV destinó un regimiento de élite para terminar con los sangrientos ataques de ese monstruo, en una nación que ya registraba centenares de casos de licantropía.

Desde la primera y magistral escena shock, muy en deuda con la paranoia de Tiburón (1975), de Spielberg, Gans y su coguionista, Stéphane Cabel, sumergen al espectador en un entramado de sadismo mágico entre la realidad y...

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