PÁNICO ESCÉNICO / De Jauja al Tercer Mundo

AutorJosé Ramón Enríquez

En el Diccionario de la Academia, todavía son sinónimas la palabra "cucaña" y "jauja". Sinonimia que comenzó en el Renacimiento cuando ya estaba bien asentada en el castellano la palabra italiana cuccagna que designaba tanto "un lugar de prosperidad y regalo" cuanto "lo que se consigue con poco trabajo y a costa ajena". El sentido original en ambas lenguas refería a una especie de palo ensebado y hablaba siempre de relajo y de feria.

La etimología de "jauja", por el contrario, nos habla de grandeza y de tragedia. Nos lleva a la milenaria confederación Xauxa Huanca, en el actual Perú, que tuvo como capital durante medio milenio a Siquillapucara, hasta en que, en el 1460 de nuestra era, los incas invadieron el valle de Hatunmayo y redujeron aquella ciudad monumental a cenizas. Cuentan que "una vez vencidos, sus heroicos habitantes fueron deportados y abandonaron sus viviendas entre fuertes y agudos alaridos de dolor y desesperación".

Los conquistadores oyeron hablar de esa legendaria ciudad perdida en el Perú y la reinventaron como una nueva Cucaña, versión cómica de un épico El Dorado. También en este caso, comedia y tragedia se volvieron una sola imagen que partiendo de idéntico mito se revuelve sobre sí misma para morderse la cola.

En 1534, Francisco de Xerez hablaba del valle de Jauja como de "un hermoso valle, es tierra muy templada, pasa cerca del pueblo un río muy poderoso, es tierra abundosa". Sin embargo, la legendaria ciudad preincaica se desligó en el imaginario colectivo del conquistador, y se convirtió, como la Cucaña, en "lugar de prosperidad y regalo" donde todo "se consigue con poco trabajo y a costa ajena".

Así apareció, hasta donde sé, documentada por primera vez por Lope de Rueda en su Passo quinto muy gracioso. Según Eugenio Asensio, la gestualidad de los protagonistas del Paso se convirtió en parte obligada del repertorio de lazzi de la commedia dell'arte (enriquecía Lope de Rueda a sus antiguos maestros): un bandido señalaba a lo alto para que la víctima volviera la cabeza, mientras el otro bandido saqueaba la olla de la víctima con movimientos hacia abajo; para luego invertir la coreografía múltiples veces, en...

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