P. Carlos Vigil Avalos, S.I. / Éste es mi Hijo amado

AutorP. Carlos Vigil Avalos, S.I.

En aquel tiempo, Jesús tomó aparte a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos a un monte alto y se transfiguró en su presencia. Sus vestiduras se pusieron esplendorosamente blancas, con una blancura que nadie puede logar sobre la tierra. Después se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.

Entonces Pedro le dijo a Jesús: "Maestro, ¡qué a gusto estamos aquí! Hagamos tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías". En realidad no sabía lo que decía, porque estaban asustados.

Se formó entonces una nube, que los cubrió con su sombra, y de esta nube salió una voz que decía: "Éste es mi Hijo amado; escúchenlo".

En ese momento miraron alrededor y no vieron a nadie sino a Jesús, que estaba solo con ellos.

Cuando bajaron de la montaña, Jesús les mandó que no contaran a nadie lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos guardaron esto en secreto, pero discutían entre sí que querría decir eso de "resucitar de entre los muertos".

San Marcos 9, 2-10

Cristo se transfiguró (cambió de figura) en el episodio que recordamos hoy en el Evangelio. Se tranfiguró cuando, después de su resurrección, se le apareció a María Magdalena. Se transfiguró cuando se les emparejó en el camino a los discípulos de Emaús. Se transfiguró cuando se les apareció a sus discípulos en la orilla del lago de Tiberíades.

Y ahora, antes nuestros propios ojos, Cristo sigue transfigurándose: en los barrios más pobres de nuesta ciudad, en esos miles de hombres y mujeres golpeados por el hambre, la pobreza, la insalubridad, la ignorancia...

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