Ovejas negras

AutorEmiliano Ruiz Parra
  1. Doble disidencia

    Las ovejas negras de este libro son dobles disidentes: no sólo desafían a la jerarquía de la Iglesia católica -a la que juraron obedecer-, sino que se enfrentan al Estado mexicano. Arriesgando sus vidas, algunos de ellos han asumido un protagonismo público tras la crisis humanitaria derivada de la guerra contra el narcotráfico; otros son defensores de derechos humanos de larga trayectoria; algunos más se convirtieron a la izquierda tras su contacto con la insurrección del Ejército Zapatista en Chiapas. Y el resto representa las discusiones sobre pederastia, celibato y derechos de las mujeres que son, quizá, los desafíos estructurales más importantes de la Iglesia católica hacia el tercer milenio (y en donde, también, han debido enfrentarse al poder político mexicano, que ha encubierto y protegido a abusadores de niños).

    Las vidas de estos disidentes son a veces ejemplares y a veces dramáticas. Tocan, en algunos momentos, alturas sublimes de compromiso moral y luego se hunden frente a retos políticos, para los que el evangelio les resulta mucho menos iluminador de lo que suponían. Pero sus vidas son siempre apasionantes y constituyen un desafío a las ideas tradicionales de la fe y la militancia política. Son, por ello, historias que es preciso contar con las dos herramientas del periodismo narrativo: una rigurosa investigación periodística y una narración que se vale de los recursos de la literatura -menos la ficción- para reflejar la riqueza de los hechos a través de la riqueza de las palabras: por ello, la única pretensión genuina de este libro es que el lector goce la lectura de estas vidas como si leyera una colección de relatos de aventuras.

    Entre 2004 y 2005 yo dedicaba mi vida periodística a la cobertura del sector religioso para el diario mexicano Reforma. Durante un año visité templos, leí libros sagrados y entrevisté ministros de culto de las más diversas creencias; compartí el pan con sacerdotes, fatigué peregrinaciones, me arrodillé en estadios llenos de feligreses y pernocté en el frío invernal de la Basílica de Guadalupe. A través del periodismo religioso -y desde mi perspectiva de no creyente- descubrí los mundos paralelos que la fe preserva dentro de nuestra civilización secular moderna y cómo tiende sus redes desde la política hasta los medios de comunicación.

    "La Iglesia católica lo perdona todo, menos la heterodoxia", me dijo en aquel entonces el profesor José Barba, un valiente filólogo que lideró el primer grupo de denunciantes de los abusos del sacerdote y empresario mexicano Marcial Maciel Degollado, fundador de los Legionarios de Cristo. Desde entonces precisé mi interés periodístico en los conflictos que provocaban, precisamente, esos heterodoxos leales que no rompían con la Iglesia sino que libraban su batalla al interior de la institución bimilenaria. En el fondo, entre los conservadores de la burocracia tradicional y los heterodoxos leales hay una disputa ideológica por la auténtica ortodoxia cristiana.

    Tras un año cubriendo la fuente religiosa, mis editores en el periódico me transfirieron a la sección política -una promoción en términos laborales- en donde permanecí unos años más. Pero mantuve mi fe, en este caso periodística y narrativa, de que grandes batallas se libraban en los ámbitos religiosos, batallas que nos afectaban por igual a creyentes y agnósticos, y en donde...

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